Maqueto se llamaba una anciana macedonia que se presentó ante Filipo (382 aC, - 336 aC), el padre de Alejandro Magno, pidiéndole que se hiciera justicia. El rey bebía mucho vino, así que a esas horas ya estaba beodo. Apenas escuchó de los oídos para afuera, y para abreviar el proceso realizó a su manera un juicio sumarísimo, condenándola a pagar una multa. Pero ella, sin mostrar admiración, con voz firme dijo: _Señor ¿A quien debo apelar? Filipo le repetía ¿que ante quien vas a apelar, siendo el rey quien pronunció la sentencia…? ¿Acaso hay tribunal competente que ponga en duda mi autoridad?
La señora vecina requería con urgencia justicia, así que respondió muy enérgica:_ Apelo al rey, apelo a Filipo Sobrio.
La historia no registra si Filipo reaccionó lo suficiente como para dar reversa a su decisión que a todas luces era injusta, pues las leyes en manos de ,os reyes se vuelven de cera. Pero la actitud gallarda de Maqueto quedó grabada en los que acudieron al juicio y pasó a la historia. Queda como antecedente de que debe haber una real división de poderes tal como existe en las democracias actuales.