El envase de los vinos es la primera probada de su sabor, pues hay un dicho que afirma que de la vista nace el amor.
La etiqueta es importante, pues le da categoría al vino, sin embargo, la forma de la botella es básica para su presentación. Las dos formas predominantes de las botellas de vino en el mundo, son francesas de origen. Las de burdeos tienen hombros redondeados, cuello largo y recto. Mientras las botellas de borboña son de cuello más corto y hombros más en pendiente.
En el siglo XVIII aparecieron las botellas cilíndricas cerradas con corcho. Las cuadradas son más económicas, pero se acostumbró que se usaran más para la ginebra en Holanda. Las botellas de vino de otros países se clasifican conforme a su parecido con las de burdeos o a las de borgoña.
Los vinos sudamericanos, los californianos, australianos y ahora los mexicanos siguen la misma línea en sus botellas. Por ejemplo, los vinos cabernet de California vienen en botellas de burdeos. Sin embargo, hay productores alemanes que usan botellas de mosel altas y alargadas, mientras que, en la península Ibérica usan botellas en forma de bulbo, como se usaban en el siglo XVIII, cuando el vino se bebía joven, sin almacenar.
De allí salieron las botellas de cuerpo más cuadrado, llamas de mazo. Otras bebidas alcohólicas como el champán, se transporta aún en gruesas botellas que resisten la presión del gas, y llevan una hendidura en el fondo que las da más resistencia a la tensión, por lo que se pueden guardar hacia abajo en el proceso de fermentación. El tequila mexicano se ha distinguido en las últimas décadas por la diversidad y belleza de sus botellas, pues algunas son verdaderas obras de arte.