Las almas guerreras vienen a este mundo a enfrentar muchas batallas, tal vez para acumular experiencia o posiblemente también para ser ejemplo motivador de quienes les conocen.
Está empezando a llover… es una fresca noche de agosto y en este instante, cuando el cielo pareciera estar llorando, desfilan en mi mente diferentes escenarios en los que imagino las lágrimas que de vez en cuando brotan de los ojos de aquellas almas a quienes consideramos irremediablemente luchadoras.
Y es que… ¿quién dijo que las almas guerreas no lloran? Por supuesto que deben hacerlo cuando perciben su vulnerabilidad ante una batalla que consideran de dimensiones colosales, una lucha que parece interminable e incluso, un evento que luce insuperable; sin embargo, después de sobrepasar sus miedos, dudas o tristezas, se levantarán nuevamente para continuar la contienda. Y si por alguna circunstancia –en determinado momento y en alguna batalla en particular- estas almas eligieran la renuncia, esto no significaría que tal decisión haya sido tomada a la ligera o por lo que muchos consideran como una absurda y total cobardía.
No es cobarde quien abandona una batalla después de una intensa lucha ya que no todas las batallas se ganan de la misma manera. Hay renuncias que representan un verdadero triunfo.
En la vida, ocurre que muchas veces perder significa ganar y otras veces ganar significa precisamente perder. Y esto sucede cuando esa tan anhelada victoria disipa tu luz, te roba algo tan valioso como la dignidad o te arrebata de golpe la tranquilidad y esa genuina alegría.
Que difícil resulta no llorar ante una renuncia, ante un adiós o ante una mirada indiferente. Es complicado explicarle a una alma guerrera que el mundo no es perfecto, que las personas que viven en él tampoco lo son y que ella misma habita en un ser vulnerable, sensible e imperfecto; y por lo tanto, un ser de carne y hueso que es capaz de llorar porque no conoce otra manera de expulsar su tristeza.
No solo durante algunas batallas o ante una digna retirada es que las almas guerreras pudieran llorar, también lo hacen al no sentirse amadas y cuando experimentan el rechazo o la indiferencia de sus seres queridos. En realidad, son muchas las razones que pudieran tener las almas guerreras para sentir un gran pesar y optar por dejarlo partir en un rio de lágrimas, mas no por ello, dejan de ser lo que son, unas gladiadoras incansables que luchan con esfuerzo día y noche, mes tras mes, año tras año y quizás vida tras vida.
Para todo hay un antes y un después, por lo mismo, siempre existirán momentos intermedios en los que podremos decidir cuál será el mejor camino a seguir o quien dará la estocada final. Sin lugar a dudas, esas son decisiones tan importantes como el venir a este mundo a vivir experiencias humanas. Sin embargo, las almas guerreras deciden algo más.
Estas almas, mucho antes de llegar a la tierra y encarnar, ya eligieron no temerle a la oscuridad, llevar siempre el corazón en la mano, elevar su danza más allá del cielo y las estrellas, pelear a puño cerrado contra todas las adversidades, avanzar siempre con firmeza y jamás dejarse doblegar ante la dureza de la vida.
Si te consideras así, si sabes que dentro de ti habita aquella alma que por convicción es una poderosa guerrera y sientes que son muchos los golpes que recibes, no te rindas, no abandones tus luchas si aún queda la esperanza de ganar, recuerda que siempre podrás expulsar tu tristeza -cuando te haga falta- para retomar fuerzas y continuar.