12/May/2024
Editoriales

El genio de Picasso no conoció las redilas

Se llamó Pablo Ruiz Picasso, y se le conoció por su segundo apellido. Nacido en Málaga, pasó la mayor parte de su vida en Francia, nación por demás adelantada en casi todas las expresiones del arte.

Cuando había cumplido sus veinticinco octubres, trabajaba en el Bateau-Lavoir del Montmartre y en ese lugar tuvo la idea de arriesgarse a cambiar todo el andamiaje que sustentaba el arte de la plástica occidental. 

Lo más impactante que se había vivido en ese rubro de la intelectualidad, era el Impresionismo  y el Neo-impresionismo.

Acaso durante el primer lustro del siglo XX con el fauvismo y el expresionismo alemán hubo una explosión en los colores, pero su ímpetu juvenil le empujó a sustituir en ‘Las Señoritas de Aviñón’ el ancestral trazo humano por uno geométrico, en el que la línea se convierte en el protagonista del cuadro.

Picasso aprovechó este planteamiento al mundo de la plástica para mostrar su interés etnográfico y en lo exótico que, finalmente constituyeron un nuevo lenguaje pictórico, evitando el naturalismo para dar paso al cubismo.

Esta nuevo estilo de pintar tuvo el apoyo de Georges Braque, pintor francés quien de inmediato tomó la idea de Picasso en su obra, revolucionando por un tiempo la pintura.

Claro que Picasso recibió críticas destructivas, como la del mismo Braque quien dijo la primera vez que vio Las Señoritas de Aviñón que ‘Picasso quería dar de beber queroseno a la gente’, pero él mismo se sumó a esta corriente del Cubismo que abrió la puerta a las transformaciones que ahora conocemos como ‘arte moderno’.

Por estos lances de Picasso, decimos que su genio nunca tuvo redilas.