Puerto Rico — Tres días antes de Navidad, Doris Martínez y su hija Miriam Narváez hacían cola con muchos de sus vecinos frente al ayuntamiento en Morovis, una localidad de 30.000 habitantes sin electricidad en el centro montañoso de Puerto Rico un mes después del paso del huracán María.
Esperaron durante dos horas bajo el sol implacable a que les entregaran su ración bisemanal: 24 botellas de agua y una caja de cartón con tortillas, verduras enlatadas, cereales y otros productos básicos.
Martínez, de 73 años, colocó el agua sobre los alimentos y ascendió la ladera escarpada a la casa donde vive sola, lava y escurre su ropa a mano y se encierra por las noches por miedo a los ladrones. Su hija de 53 años cargó los bienes en su auto y fue al complejo de viviendas públicas para hacer cola con decenas de vecinos para cocinar en uno de los seis quemadores de gas en la oficina del administrador.
“Las cosas no están bien”, dijo Narváez al dirigirse a su casa.
Así es la vida en el territorio estadounidense Puerto Rico más de tres meses después que María arrasó con la red eléctrica de la isla. El gobernador Ricardo Rosselló prometió a mediados de octubre restaurar el 95% de la red para el 15 de diciembre, pero la normalidad sigue siendo un objetivo distante. La Autoridad de Energía Eléctrica dice que su sistema genera al 70% de lo normal, pero no tiene manera de saber cómo se distribuye la electricidad porque el sistema que realiza esa medida no funciona.
Un estudio realizado el 11 de diciembre por ingenieros locales calculó que el 50% de los 3,3 millones de habitantes carecían de electricidad. El Cuerpo de Ingenieros Militares de Estados Unidos dijo que la electrificación de toda la isla difícilmente sucederá antes de mayo.
Las autoridades locales culpan las dificultades del terreno y la amplitud de los daños por demorar la restauración de una infraestructura que ya estaba muy atrasada en su mantenimiento tras 11 años de recesión. Cada vez son más los puertorriqueños que dicen que las autoridades no se prepararon para el huracán ni activaron con suficiente rapidez un acuerdo de ayuda mutua con las compañías de electricidad en el territorio continental.
Las cuadrillas reconectaron un puñado de zonas de Morovis el fin de semana por primera vez desde la tormenta, pero en cientos de localidades y barrios a oscuras este fin de semana, la gente alterna entre la desesperación, la furia, la resignación y también la incredulidad de que Estados Unidos sea incapaz de restaurar la electricidad 90 días después de un desastre natural.
En diversos barrios de Morovis, la gente apaga las velas y los generadores alrededor de las 9 de la noche para irse a dormir, ya que en la oscuridad no hay otra cosa que hacer.
En el horizonte, el resplandor de las luces en otros municipios proyecta siluetas contra las montañas que rodean el pueblo a oscuras.