Editoriales

El insomnio

 

 Desde siempre he padecido de insomnio.

Eso nunca ha sido bueno pues el cerebro requiere descanso como alimento principal, y traerlo hambreado, tarde o temprano puede cobrar una factura. 

Para sobrevivir a la vida sedentaria que llevo, he aprendido a meditar antes de dormir para aprovechar el poco tiempo que duermo, pues leí hace tiempo que haciéndolo disminuyen su frecuencia las ondas cerebrales hasta que se consigue el influjo de las ondas alfa. Estas se relacionan con la serenidad mental, algo difícil de conseguir en estos tiempos modernos que todo se convierte en problema: la comida sana, el traslado, la economía, las agendas personales, y hasta la dependencia de la cibernética.

Las neuronas –en condiciones normales durante un día cualquiera- funcionan a razón de 21 pulsaciones por segundo, que determinan el estado de conciencia “beta”, pero cuando dormimos disminuye esa actividad hasta 14 y a veces hasta 7 pulsaciones por segundo, que es el estado “alfa” al que me refería antes.

Esa condición es la apropiada para conciliar el sueño, y más si se está en condiciones de comodidad, que dependen mucho de las costumbres de cada quien, pues las posturas durante el descanso difieren a una persona a otra.

El ejercicio físico es otra salida, pero a esa otra actividad no me referiré para ser congruente con mi estilo de vida.

No le recomiendo dormir poco porque durante el día anda uno somnoliento y así, aunque se hagan más cosas y rinda más el día, el desgaste es mayor.