24/May/2024
Editoriales

¿Quién será el Rasputín mexicano?

La vida de Nicolás II, último Zar de Rusia ha sido argumento de novelas y películas. En el centro de su existencia alcanzó a estar Rasputín, un ególatra campesino inteligente, de personalidad arrolladora que llegó a San Petesburgo, la capital dorada de los Zares, avasallando a la alta sociedad. Su poder de seducción empezaba por el brillo que despedían sus ojos y que lo afamaron como hipnotista.

Desde niño se había ganado el apodo de “Raspútnik” -pillete, perdido, extraviado-. Antes de ser famoso mendigaba, y los campesinos pobres le daban todo lo que poseían de valor después de mirarlo a los ojos. Hubo quienes abandonaron sus campos y sus familias por seguirlo creyéndolo un santo.   

Fue a San Petesburgo y consiguió que el propio rector de la Academia de la Teología de la Capital se lo presentara a la familia Real colmándolo de frases de admiración. 

Sabiendo que el zar Nicolás II y su esposa la zarina Alejandra sufrían la enfermedad de su hijo el zarevich Alexis, Rasputín aprovechó sus conocimientos y encantos para ganarse la confianza del niño, sabiendo que por ahí se echaría a la bolsa a sus padres.

Una vez que se sintió fuerte en el ánimo del Zar inició un despliegue de tropelías. Se decía médico y “Un señalado por Dios” formando una cofradía con el principio de que era preciso pecar para luego arrepentirse y alcanzar así la salvación. Su conducta fue rechazada por la sociedad rusa. 

Pero convenció a la familia real de que su papel era separar lo falso de lo verdadero arrastrándola con su verborrea, y la confusión entre lo real y la mentira brillaba en las doblegadas mentes del zar y la zarina. 

La hemofilia del zarevich le dio la oportunidad a Rasputín de reivindicar su poder cuando, aprovechando una ausencia de la familia real, fue expulsado del alto Sínodo por los prelados quienes habían convencido al Parlamento de hacerlo. Pero meses más tarde, Alexis sufrió una fuerte hemorragia nasal que casi moría y la Zarina le mandó llamar otra vez a R. para que lo curara. 

Este rezó junto al enfermo y coincidió con una notable mejoría del niño, así que la dependencia de la familia imperial respecto a R. fue absoluta. Nicolás y Alejandra estaban cegados por este rufián, y la dinastía de los Romanov cayó en sus manos; le concedían todo. Consultaba como médico especializado tratando a señoras, y un galeno llamado Badmaiev le ayudaba recetando a las incautas damas narcóticos y afrodisíacos cuyos efectos eran aprovechados por R.

Rasputín proclamaba que el contacto con su cuerpo tenía efectos purificadores y curativos así que como usted se puede imaginar los escándalos eran crecientes. 

El inicio de la primera guerra mundial fue su oportunidad de gobernar pues el zar hubo de partir a San Petesburgo para ponerse al frente de sus tropas. Sin embargo R. tuvo resistencias; sus enemigos lo acusaron de espionaje en favor de Alemania pero fracasaron por falta de pruebas. Luego él pretendió ser consagrado como sacerdote y la respuesta de la Iglesia Ortodoxa fue contundente: Rasputín “es un fornicador y una bestia maloliente”. Y no fueron lejos por la respuesta.

Arrestó a quienes le insultaron, y el presidente del Parlamento, Rodzianco pronunció  un incendiario discurso que fue interpretado como sentencia de muerte al decir que la única posibilidad de salvación era matarlo “Pero en toda Rusia no hay un solo hombre que tenga el valor de hacerlo”. Los Diputados aplaudieron rabiosamente al final y lo que siguió fue solo cosa del tiempo.

El príncipe Yusupov, el duque Dimitri y el diputado Purishkévich asesinaron a Rasputín. Lo invitaron a un convivio en su honor, y ahí conocieron la fortaleza de su cuerpo: lo envenenaron con cianuro de potasio y sobrevivió, luego lo balearon en el corazón. Después de “Haber muerto” abrió los ojos y ya andaba matando a Yusupov quien fue ayudado por los otros dos quienes le “Volvieron a matar” a balazos.

Rasputín huyó herido y de nuevo lo acribillaron hasta que por fin murió, pero temerosos, lo ataron y arrojaron su cuerpo por un agujero al río Neva que estaba cubierto por una placa de hielo. La historia da como verídicos estos escalofriantes hechos. 

En nuestro país hemos tenido personajes con el mismo tipo de Rasputín, pues aprovechando algún vínculo sentimental con el gobernante, han engañado una y otra vez al pueblo con diversos artilugios. La diferencia es que aquí no hay un poder legislativo que se atreva a denunciarlos. ¿Sabe usted a quien me refiero?... yo tampoco