10/May/2024
Editoriales

Las traiciones duelen

La traición es un delito cometido por un civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria. En otras definiciones de ‘traición’, siempre hay un quebranto a la lealtad. 

Las traiciones son escenarios -desafortunadamente- frecuentes entre los perversos que, aunque muchas veces se paga con la vida, todos tenemos historias al respecto. Hay traiciones que van desde legales -de algún abogado antiético o impío-, un empleado desleal, un amante infiel, o un militar desertor. 

No son pocas las ocasiones en que una traición trae la desgracia a la parte traicionada y el éxito a la beneficiada con esa apostasía, aunque el traidor directo fenezca.

Algunas traiciones históricas han sido determinantes para el encumbramiento de ciertos pueblos, y un buen ejemplo es la consolidación del gran Imperio Otomano que se consiguió gracias a una traición.

Sucedió de esta forma: el 5 de febrero de 1451, el sultán Mahomet II ‘El Conquistador’, tomó Constantinopla -hoy Estambul- acompañado de 150 mil soldados armados con una modernísima artillería gracias a su hazaña de trasladar 70 barcos por tierra, más 12 mil jenízaros especializados en asaltos. 

Pero el milagro de conquistar la gran Constantinopla fue posible más que por el arrastre de barcos de guerra por vía terrestre, por una traición.

Porque ciertamente el Imperio Romano había dejado como siempre a sólo 8 mil soldados para la defensa de Constantinopla, pues se confiaba en las grandes e indestructibles murallas que protegieron la Ciudad por siglos. 

Pero el Imperio Romano de occidente nunca imaginó que fuera traicionado, porque es inexplicable de otra forma que estuviera abierto el portón de una entrada auxiliar (la Kerkaporta), cuando era lo primero que se aseguraba cuando había peligro, y el asedio a la gran Ciudad había empezado días antes. 

Esa noche, de la nada, aparecieron los jenízaros adentro de la muralla sorprendiendo a los defensores desarmados. El imperio otomano creció en una sola noche tanto que llegó a dominar en el futuro a todo el mundo conocido. 

Qué horrible es la traición, así sea por imprudencia, como sucedió en la batalla de San Jacinto, donde López de Santa Anna y el ejército nacional fueron sorprendidos en ‘una siesta’ por los texanos que con ese triunfo aseguraron su separación de México.  

O por la imperdonable traición, como la de Estambul.