25/Apr/2024
Editoriales

Rasputín, el poder tras el trono

Uno de los personajes más estrambóticos de la historia se llamaba Grigori  Efimovich Rasputín (1871-1916). Fue un campesino ruso místico de porte distinguido con una estatura de 1.93 metros, sedicente “stranik”, un hombre santo, según algunos, y diabólico según otros, que nació en Pokrovskoie, provincia de Tobolsok. A los 33 años de edad, Rasputín salió de su pueblo rumbo a San Peterburgo, dedicándose a la religión, y consiguió que en 1905 lo presentaran con Alejandra Fiódorovna, la esposa del zar Nicolás II. Ella buscaba desesperadamente a alguien que curara a su hijo Alexis quien padecía de hemofilia. Las dotes oratorias de Rasputín le ayudaron a envolver a la zarina, quien le abrió las puertas de la corte y del gobierno, cuando supo que su sola presencia calmaba la angustia del príncipe heredero hemofílico.                         

Hay aún especulaciones respecto a que Rasputin hipnotizaba al niño y le calmaba así sus dolores. Esta habilidad le permitió ejercer una influencia casi magnética sobre la emperatriz Alejandra, y por conducto de ella, sobre su esposo, zar de todas las rusias, y en consecuencia, en toda la familia Romanov. Al principio de la Primera Guerra Mundial, Nicolás asumió el mando del ejército, lo que fue aprovechado por Rasputín para controlar el gobierno. Su influencia política y social fue in crecendo al grado que la nobleza estaba muy molesta hasta que, encabezados por el gran duque Diimitri Paulovich, el príncipe Yusupov, y el diputado Purishkiévich, asesinaron al ‘Monje loco’ quien ya era insoportable por su manejo displicente y arrogante, amén de que su fama de galán le creaba enemigos a granel. La muerte de Rasputín ha sido motivo de estudios y debates entre los historiadores, pues eso derivó en otros cambios que detonaron la revolución que derrocó al sistema de gobierno y ejecutó a toda la familia real de los Romanov.