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Sorprende el candidato Trump alzándose con la victoria y dejando atrás a Clinton

Washington.- El mundo se tambalea, contra casi todos los pronósticos, Donald Trump, un magnate inmobiliario de 70 años de edad, sin experiencia polí­tica alguna, el más controvertido de los candidatos que jamás habí­a no­minado el Partido Republicano, ­dirigirá los destinos de los Estados Unidos durante los ­próximos cuatro años, los ciudadanos estadounidenses le han elegido como su 45.º presidente. El candidato republicano Donald Trump se impone a la demócrata Hillary Clinton al hacerse con 276 de los votos de los compromisarios y unos 56.797.100 de votos. Mientras que Hillary Clinton obtuvo 218 de los votos.

 Tras los resultados, los primeros en reaccionar fueron las Bolsas de Londres, Tokio y México: se desplomaron. Con un escrutinio de infarto que probablemente requiera algún recuento, el candidato republicano fue superando a Hillary Clinton en cada uno de los estados clave que los sondeos habí­an señalado a la candidata demócrata como favorita.

A falta de un análisis pormenorizado de los resultados, todo apunta a que una movilización multitudinaria de última hora del electorado conservador, no detectada en los sondeos, brindó la victoria a Donald Trump y cumplió la tradición según la cual los estadounidenses no entregan el mando a un mismo partido para tres mandatos consecutivos. Ronald Reagan y George Bush padre fueron la excepción que confirma la regla.

Abre una etapa de incertidumbre

La victoria de Donald Trump abre una etapa de incertidumbre de consecuencias todaví­a imprevisibles teniendo en cuenta que el candidato republicano ha defendido durante la campaña un giro de 180 grados tanto en la polí­tica doméstica como en la polí­tica exterior. El nacionalismo polí­tico, el proteccionismo económico y el aislacionismo militar que preconiza el Presidente Electo marcarán una inflexión en Estados Unidos y en el mundo.

Para comprobarlo, sólo hace falta repasar el plan anunciado por Trump para sus primeros cien dí­as de gobierno: derogar la reforma sanitaria impulsada por el presidente Obama que ha dado cobertura médica a veinte millones de estadounidenses, iniciar la deportación masiva de inmigrantes en situación irregular, renegociar el acuerdo de libre comercio de América del Norte, retirar a Estados Unidos del acuerdo Comercial Transpací­fico, y nombrar un juez conservador para cubrir la vacante de Antonin Scalia en el Tribunal Supremo.

Aunque el gran reto que se va a encontrar el nuevo presidente es reconciliar un paí­s profundamente dividido, empezando por su propio partido, con la mayorí­a de los lí­deres conservadores que se han enfrentado con él. Con todo, la victoria de Trump viene además reforzada por el triunfo republicano en el Congreso. Mantendrá la mayorí­a en la Cámara de Representantes y muy probablemente también la del Senado.

Las elecciones más insólitas de la historia de EU

Más allá del resultado, las elecciones más insólitas de la historia de Estados Unidos han puesto de manifiesto la profunda crisis que sufre el sistema polí­tico bipartito que ha regido los destinos de la primera potencia mundial prácticamente desde su fundación. Republicanos y demócratas se han revelado incapaces de aglutinar ­todas las sensibilidades de su espectro polí­tico-ideológico. El paí­s está ­dividido y ambos partidos ensimismados en batallas internas que ­enfrentan posiciones irre­conciliables.

Por edad, por perfil y por su nivel de impopularidad, el 45.º presidente no podrá ni tendrá tiempo suficiente para resolver los problemas, pero le corresponde iniciar la transición, instar la ­reforma del sistema para que nadie se sienta tan excluido como ahora y todos puedan volver a soñar. No parece un desafí­o factible para la renovada hegemoní­a conservadora. Las batallas libradas entre Hillary Clinton y Bernie Sanders en el campo demócrata y la de Donald Trump con la dirección del Partido Republicano no son meros episodios. Son la expresión polí­tica de la división del paí­s.

Ahora, los negros que votaron a Obama no han querido entregar el mismo cheque en blanco a Clinton; los jóvenes blancos o negros que auparon a Sanders se han desentendido de la candidata más representativa del establishment. Buena parte de los hispanos conservadores que en Florida votaban republicano han optado esta vez por la candidata demócrata por la cuenta que les trae. Los blancos de la clase obrera que estaban afiliados a los sindicatos, principal lobby del Partido Demócrata, se han pasado con armas y ­bagajes a las filas del candidato republicano más beligerante. Y, al ­revés, los financieros de Wall Street y los militares que siempre habí­an apostado por el Grand Old Party (GOP) han huido despavoridos cuando han escuchado las ocurrencias de Donald Trump para refugiarse bajo las faldas de su amiga Hillary Clinton.

A partir del 20 de enero, el nuevo inquilino de la Casa Blanca se va a encontrar no sólo con un paí­s di­vidido. También con unas instituciones bloqueadas. La audacia de Barack Obama ha permitido aplazar ocho años el default polí­tico de Estados Unidos, pero la polí­tica de tierra quemada practicada por las mayorí­as republicanas del Congreso, que han boicoteado sistemáticamente todas las iniciativas del presidente, ilustra mejor que nada el grado de inquina que ha alcanzado la polí­tica estadounidense y su secuela, la inoperancia de las instituciones.

La producción legislativa del Congreso ha sido la más baja de la historia moderna. Se ha recuperado el concepto Do-nothing Congress de los tiempos de Truman. La ob­sesión por el fracaso del adversario ha centrado todas las estrategias y ha relegado el interés común, hasta el punto que el 84% de los estadounidenses no aprueba la labor del Congreso. Los asuntos más trascendentales han continuado empantanados y ahora podrán desbloquearse pero de forma unilateral.

Donald Trump ya anunció que su prioridad serí­a desmantelar el legado del presidente Obama. El nombramiento de un nuevo juez conservador para el Tribunal Supremo marcará el primer impacto del derribo.