10/May/2024
Editoriales

El premio Nobel para el inventor de la dinamita

La dinamita, un explosivo elaborado con nitroglicerina y materiales absorbentes como kieselguhr -una tierra caliza- o pasta de madera, resultó ser de manejo más seguro que la nitroglicerina. Es probable que haya sido el propio inventor sueco ingeniero Alfred Nobel (1833-1896) próspero empresario fabricante de armamento, quien la nombrara así, “dinamita”, término procedente del griego dynamis “fuerza o potencia”. Este exitoso inventor -registró su primera de 355 patentes a la edad de 24 años- se arrepintió de haberse dedicado a la fabricación de explosivos cuando vio que se ocupaban más que para fines benéficos, como en la minería y construcción, que para fines bélicos. Aunque esta declaración suya no es muy consistente con la vocación de su emporio industrial que fabricaba armamentos en general. El caso que su hermano Emil murió en un accidente en el laboratorio trabajando con la nitroglicerina, y luego de llorar el desenlace, en 1895 decidió crear un premio anual a las personas más destacadas en los campos de la Física, la Química, la Medicina, la Literatura y posteriormente la paz. Así lo hizo aportando para ello su enorme fortuna y, después de su muerte -un año después-, ese premio ahora se llama Premio Nobel. No deja de ser paradójico que, un científico como Nóbel (el acento no lo lleva al ser una palabra sueca aguda, pero en México somos muy gráficos con nuestra escritura), que fabricaba instrumentos destructivos premie a los estudiosos de las ciencias pacíficas.