Internacional

Es caso de Demi Lovato uno entre miles de víctimas de la epidemia de opiáceos en EU

La hospitalización de la cantante Demi Lovato a causa de una supuesta sobredosis de heroína le recordó a la sociedad estadounidense que ni siquiera los ricos y famosos están a salvo de la epidemia de los opiáceos, es decir, drogas fabricadas con base en el opio, como la heroína, la cocaína o el fentanilo.

 Éstas drogas están causando una severa crisis de salud pública en Estados Unidos sin perdonar estado socioeconómico, sexo o edad de sus víctimas: en el país vecino, entre 115 y 175 personas mueren cada día por sobredosis de opiáceos, de acuerdo con un informe de la Casa Blanca hecho público por el presidente Donald Trump a finales del 2017.

 "Todos conocemos a un amigo, familiar o ser querido devastado por los opiáceos", dijo a principios de este año la subdirectora del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, Anne Schuchat, para luego asegurar que la droga que habría puesto en peligro la vida de Demi Lovato, y que mató de sobredosis al actor Philip Seymour Hoffman en 2014, aumentó su letalidad en sobredosis en cerca de 20 por ciento de un año a otro.

 La preocupación del gobierno estadounidense ha llevado a rastrear de dónde viene esa droga tan dañina y de un alto poder adictivo. Su agencia antidrogas, la DEA, tiene la respuesta: entre 90 y 94 por ciento proviene de México.

 La heroína es un derivado de la morfina, una sustancia que usada con fines médicos es un potente analgésico usado en pacientes críticos. Para crear morfina se necesita obtener la semilla de la planta de amapola, un cultivo prohibido en México, pero muy común en ciertas regiones donde los cárteles de la droga se han asentado, como Sinaloa o Guerrero.

 Los cárteles, a veces en colusión con las autoridades locales, compran o roban la producción de amapola a campesinos pobres, procesan la planta, la alteran con químicos y la convierten en un estupefaciente ilegal. Luego, la llevan por tierra o aire a Estados Unidos, donde su demanda es alta entre usuarios de drogas y adictos de todo tipo: ricos y pobres, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, piden la heroína como un escape a sus problemas físicos o mentales.

 A causa de ese consumo, cientos de miles de mexicanos han sido asesinados, también sin perdonar estado socioeconómico, sexo o edad.

 La epidemia es de tal tamaño que el gobierno de Estados Unidos ya reconoció que los opiáceos han matado a más estadounidenses que toda la Guerra de Vietnam. Y el diario local ABC la ha llamado "la mayor plaga que haya sufrido el país".

 En México, la próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ha dicho públicamente que buscará el respaldo del eventual presidente electo Andrés Manuel López Obrador para legalizar el cultivo de la amapola. Con ello, el próximo gobierno buscaría quitar el negocio de los opiáceos al crimen y controlarlo de manera oficial para que la producción de amapola sea dirigida a crear morfina y otros medicamentos contra el dolor en lugar de heroína o cocaína.

 Esta alternativa, ha planteado Sánchez Cordero, permitiría salvar vidas en ambos países: desde los campesinos mexicanos cooptados por el crimen organizado hasta una generación en Estados Unidos que se enganchó a una poderosa droga y que hoy pide ayuda para controlar su adicción.

 A la par, científicos mexicanos han desarrollado y patentado una vacuna contra la sobredrosis de heroína, según datos de la Secretaría de Salud. El antídoto ha sido probado con éxito en ratones y aún está en una fase de desarrollo para saber si es seguro y útil con humanos.

 Mientras eso sucede, y ambos países enfrentan el reto de frenar la ola de opiáceos que cruza la frontera, México sigue siendo el proveedor número uno de ese veneno y que hoy está de nuevo en el debate público a raíz de la recaída de una de las consentidas de Hollywood.