Editoriales

LaParot

A finales de los cincuenta y principios de los años sesenta, para demostrar que un joven ya era todo un hombre, debía cumplir varios requisitos:

1.- Ser (o parecer) valiente sin tenerle miedo a nada ni a nadie.

2.- Saberse la letra de las canciones de moda, y si eran en inglés, mucho mejor.

3.- Traer zapatos toscos pero bonitos y brillosos.

4.- Lucir al menos un bolígrafo en la bolsa de la camisa. Esto nos daba un aire como de jefes de algún departamento en las grandes industrias de Monterrey.

5.- Portar en el bolsillo chico del pantalón vaquero, un billete de alta denominación, mayor a un peso. No se gastaba, pero daba personalidad - seguridad y cuando de darle seriedad a algún trato se versaba, se mostraba a los otros muchachos.

4.- Traer la mayor cantidad de vaselina en el pelo (había categorías y la más alta era un gel graso marca LaParot), con un copete lo más grande que se pudiera.

Usted podría pensar que esas eran frivolidades vacuas. Pero eran cosas muy serias.

Sin embargo, las comparo con las que hoy narran en las noticias y me pregunto: ¿En qué momento la juventud se pervirtió tanto? ¿Qué pasará por la cabeza de quienes acribillan a sus amigos de la escuela? ¿hasta dónde llegará esta crueldad?

Prefiero a la juventud de fantoches inofensivos que éramos.