18/May/2024
Editoriales

Lealtad

 

 

Lealtad: nunca debí quererte, estorbas demasiado. 

Eres más cara que los vicios. No entiendo por qué mis padres me llevaron contigo, si ellos también te sufrieron. 

Si hubiese sabido tu precio, te hubiera arrancado del alma; no te presupuesté adecuadamente. 

Desde niño te disfruté haciendo ajeno el sufrimiento y propio el gozo.

Recuerdo que por lealtad a mi compañera de juegos infantiles, no acepté cambiar a la “Peki” por otra perrita más bonita y más peluda. Ahí supe que estás por encima de los intereses y gustos. Y cuando me expulsaron de clase por no delatar al fortuito vecino de pupitre que bromeaba con la voz chillona del maestro, aprendí que también es lealtad mentir para ayudar a un amigo.

Todo lo perdoné en tu nombre: fallas y deshonestidades, exabruptos y traiciones. Me deleitaba adivinando la siguiente treta de los desleales. Con nadie compartía mis secretos, nadie podía ser más leal que yo. Leal a mi familia, a mis amigos, a mi escuela, a mis principios, a todo lo que oliera a ti. Te disfruté en la mañana y al mediodía, pero ahora en la tarde de mi vida, resiento el precio. Debí aceptar aquella perrita lanuda, venderla y comprarme la bici que soñaba; la “Peki” pronto murió. Al compañerito salvado se le olvidó el compromiso; cuando de adulto lo busqué, se desentendió.

Un día hice esas cuentas. Entendí que me había equivocado.

Entonces decidí ser desleal con mis principios, pero ya era demasiado tarde. No pude.

“Paradojas”, de Leopoldo Espinosa Benavides, UANL, 2011