La democracia actual es de opereta. Mientras no se castigue a los funcionarios que mientan, todo seguirá igual, pues la mentira es el mango de todas las herramientas del pecado y el delito.
En consecuencia al electorado ya nada le asombra, sabe que le mienten y no toma en serio las promesas, ríe y reacciona votando también con poca seriedad.
A veces bromea premiando al candidato mejor disfrazado, a sabiendas que es mentira.
Pareciera que la gente no busca quién la gobierne, sino quién la divierta aunque sea con mentiras.
Estos son signos de los nuevos tiempos, y desafortunadamente ni siquiera en eso somos originales, pues los resultados electorales en sudamérica son increíbles.
Y si volteamos al norte sucede igual; hay molestia en un segmento del electorado norteamericano porque es posible que Trump no aparezca en la boleta electoral, pese a que ese tipo les mintió 30 mil veces desde la Casa Blanca, según publicó The Washington Post.
En su momento Nixon mintió acerca del expediente Watergate, y Clinton acerca de su relación sexual con Monica Lewinsky.
Reagan mintió en el escándalo Irán-Contra en un intercambio de armas por rehenes.
Bush ‘el chico’ mintió acerca del régimen Iraquí y la organización al-Qaeda.
Y a los mexicanos el candidato López Obrador nos mintió diciendo -entre otras cosas- que sacaría al ejército de las calles para confinarlo en los cuarteles.
El Congreso del estado tiene guardada una iniciativa para castigar a los candidatos que prometan grandes cosas y cuando se convierten en gobierno, las olvidan.
Eso es mentir, pero a nadie le preocupa.
Pronto iniciarán las campañas políticas y debemos prepararnos para escuchar más y más mentiras.
El gran cómico Cantinflas cosechaba miles y miles de votos sin aparecer en las boletas, porque la gente lo recordaba y se reía… en ese orden de ideas ¿no deberíamos postular de candidato a Brozo?