Febrero 7 de 1823: El emperador Agustín de Iturbide dispone la reinstalación del Congreso como una medida tardía para la conservación del poder. El 16 de enero anterior, Cleto Ordóñez encabeza un movimiento militar en Granada, Nicaragua, en contra de la Unión al imperio mexicano y a favor de un estado soberano.
Y el 1 de febrero, Antonio López de Santa Anna promueve el Plan de Casa Mata, del que ya hemos hablado en este espacio, exigiendo la reinstalación del Congreso y el desconocimiento de Iturbide como emperador. Durante el imperio de Iturbide, México alcanzó su mayor extensión territorial real, pues hubo provincias que no acataron la convocatoria del Plan de Iguala (Florida, Filipinas y Santo Domingo) y aún así, eran 6 millones 832 mil 250 kilómetros cuadrados.
Sin embargo, esa gran extensión de territorio significaba además de un gran poder, enorme carga política, pues en cada provincia había su propio intríngulis que dificultaba un gobierno homogéneo. Cuando se le complican las cosas políticas, y viendo que gran parte de las grillas salían del congreso, Iturbide decide "cortar por lo sano" desapareciendo este órgano de gobierno, pero en vez de tranquilizar el medio político, funcionó al revés pues ya había pretexto para que los ambiciosos, como Santa Anna, convocaran a una rebelión abierta ondeando esa bandera política.
El camino de la ciudad de México al puerto de Veracruz fue claramente una región en donde las versiones de escándalo en el Imperio cundieron, así que Agustín I decide – agobiado- reinstalar el Congreso, pero ya era demasiado tarde. El 19 de marzo, Agustín de Iturbide abdica al trono de México