18/May/2024
Editoriales

Practique al menos 10 mil horas

Solemos enterarnos de casos que nos asombran. Cómo es posible que una persona con una capacidad inferior a otra sea la que consiga el éxito y se le considere como experta en la misma actividad que su contraparte que tiene una mayor y mejor preparación académica.   

Como estos fenómenos se presentan cada vez con mayor frecuencia, investigué las posibles explicaciones y me topé con un libro interesante que se llama ‘Fueras de Serie’, de Editorial Debolsillo, autoría del sociólogo canadiense Malcom Gladwell.

Este señor postula que para triunfar en cualquier actividad se requiere más que talento y méritos académicos, una gran dedicación de su práctica con unas 10 mil horas al menos.

Malcom dedicó más de una década estudiando los personajes destacados en varias disciplinas y concluyó que efectivamente se requieren cuando menos tres horas diarias por más de diez años para ser experto en algo.

Según la tesis de Gladwell, hay dos variables para alcanzar la excelencia:

1.- Procurarse un buen entorno para desarrollarse, lidiar con él, y cambiarlo si eso es posible.

2.- Desde luego que debe ser dueño de cierto talento natural, y además del entorno se requiere que algunos agentes externos –padres, familiares, maestros y compañeros- lo estimulen.

3.- Practicar al menos 10 mil horas la actividad que se pretenda dominar, como única forma de alcanzar la excelencia.

Para sustentar su tesis, Malcom pone ejemplos muy conocidos de expertos que no tuvieron la preparación académica suficiente y son considerados universalmente expertos. Sus nombres: Steve Jobs, Bill Gates. The Beatles, y Mozart, que dominaron sus actividades dedicándole al menos 10 mil horas de estudios prácticos.  

No es suficiente nacer con grandes talentos o que la suerte sea buena, pues para que se logre la meta, es necesario el sacrificio.

Malcom explica un caso a profundidad.

En la academia de Música de Berlín, el psicólogo Anders Ericsson hizo un estudio en la década de los años 90. Apoyado en sus buenas relaciones dividieron a los violinistas en tres grupos: las futuras estrellas, los buenos y los mediocres, y a todos les hicieron la misma pregunta: “Durante toda su carrera ¿cuántas horas ha practicado en total? Ellos habían empezado a estudiar violín alrededor de los cinco años de vida, y las respuestas fueron estas: los intérpretes de la élite habían acumulado diez mil horas de estudio y práctica cada uno. 

En cambio, los estudiantes buenos, sólo ocho mil horas; y los que sólo llegaron a ser profesores de música, alrededor de cuatro mil”. 

Ciertamente hay personas que nacen con facultades para ser buenos estudiantes estudiando muy poco, o buenos atletas con poco entrenamiento, pero si no le dedican grandes esfuerzos a concretar esas facultades, terminarán siendo superados por otros que sin ser “lumbreras” ponen todo su empeño en prepararse. En otras palabras, el esfuerzo continuo es el elemenro insustituible.