Valencia.- Encaramado sobre un farol en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, un joven con mochila verde sobre los hombros y botas hasta las rodillas, ondea orgulloso, ante miles de manifestantes, la bandera roja, amarilla y morada de la República española. A escasos metros de distancia, que parecen kilómetros por los ríos de gente que circulan en todas las direcciones en el equivalente al Zócalo valenciano, una enorme manta exige: “Dinero del Borbón y de Juan Roig/para la reconstrucción”.
El inocultable tono antimonárquico en una parte significativa de la concentración para exigir la dimisión de Carlos Mazón, presidente de la Generalitat de Valencia no es un hecho anecdótico. Menos aún después de que, a raíz del abierto repudio popular a Felipe VI en Paiporta el pasado 3 de noviembre, se echó a caminar una operación mediática de contención de daños, en la que se quiso presentar al rey como un estadista capaz de enfrentar la tormenta del descontento social sin recular.
Tampoco lo es que se señale en la arena pública por su irresponsable manejo de la tragedia, al multimillonario Juan Roig Alfonso, presidente ejecutivo y accionista mayoritario de Mercadona (cadena de supermercados), ligado al Partido Popular al que pertenece Mazón, poseedor de un descomunal poder regional, quien ha sido increpado públicamente por su papel ante la tragedia precipitada por la DANA.
Pero, además de juicio a reyes y empresarios, la multitudinaria movilización de hoy en Valencia, fue una especie un referéndum popular para juzgar a los políticos y su incapacidad para gestionar una tragedia de enormes dimensiones, que enfrentaron con frivolidad, arrogancia y superficialidad.
La manifestación fue convocada para demandar la salida del del presidente y “exigir responsabilidades, información veraz, medios para las víctimas y para denunciar la ignominia del gobierno valenciano, que no avisó y que ha provocado, con esa falta de previsión, víctimas mortales”.
La convocatoria fue un éxito rotundo. A las 6 de la tarde, la plaza ya estaba llena. A las 9:30, todavía protestaban diversos grupos. Según la Delegación del Gobierno, asistieron 130 mil personas, en una ciudad de alrededor de 800 mil habitantes. No hubo una sola voz ni un cartel que defendiera a Mazón y los suyos.
En medio del ruido de un helicóptero suspendido en el cielo oscurecido, a la altura del almacén El Corte inglés un helicóptero, los manifestantes abarrotaron la plaza, abriéndose paso como pudieron. Sin descubierta u oradores centrales, la mayoría de los asistentes asistieron, más que en grandes contingentes partidarios o sindicales (que los había), como parte de grupos barriales (muchos de ellos afectados), o parejas, o familias con carreolas de bebé incluidas. Quienes marcharon dentro de la plaza, lo hicieron sin un orden fijo y sin un punto de llegada. Por momentos, resultaba casi imposible desplazarse dentro de la marejada humana.