México — Focos amarillos acentuarían el brillo de los pisos de madera, prometió el constructor, de modo que cuando todas las bombillas se quemaron, Anahi Abadia y su esposo fueron a un Home Depot para reabastecer las lámparas de su chic departamento nuevo en la Ciudad de México.
Acababan de llegar a la caja registradora cuando se produjo el sismo, causando un estremecimiento tal que la estructura de la tienda crujió. Minutos después les llegó un mensaje de texto de un vecino: El elegante departamento que acababan de comprar hacía solo seis meses se había desmoronado, y su nueva vivienda era una montaña de pedazos de cemento.
En realidad, fueron afortunados: dos mujeres que trabajaban en el edificio y docenas más murieron el 19 de septiembre a raíz de fallas estructurales que pudieron haber sido evitadas, según prominentes ingenieros. Casi dos tercios de los 44 edificios que se derrumbaron en la Ciudad de México fueron diseñados siguiendo un método de construcción llamado losa plana, en el que los pisos son sostenidos por columnas de cemento. Esa técnica está prohibida en partes de Estados Unidos, Chile y Nueva Zelanda, según información recopilada por un equipo de ingenieros estructurales de la Universidad de Stanford que fue obtenida por la Associated Press.
Las autoridades municipales fueron muy elogiadas por haber mejorado los códigos de construcción después de que miles de personas fallecieron en un sismo en 1985. Pero en la reforma no se prohibió una técnica que causó el 61% de los derrumbes de edificios en el temblor del mes pasado de categoría 7,1, que causó 369 muertes y dejó pilas de escombros en avenidas con árboles.
“Sigo pensando en lo que hubiera pasado si todavía estaba en la cama esa tarde”, dice Abadia, de 26 años y quien esa mañana permaneció acostada, recuperándose de un cáncer de tiroides y soñando con amueblar la vivienda a la que ella y su marido se habían mudado en marzo. “Era donde nos sentíamos seguros”.
Las losas de cemento usadas en los pisos y los techos pueden ser reforzadas con varas y le dan al constructor mayor flexibilidad en sus diseños, al tiempo que permiten techos más altos.
Pero en un sismo, sin paredes de cemento reforzadas ni soportes laterales para resistir las fuerzas que empujan las estructuras, los edificios con esos diseños pueden moverse demasiado. Las columnas, y las conexiones entre las losas y las columnas, pueden romperse fácilmente, generando derrumbes, como en el caso de una escuela en la que murieron 26 personas, la mayoría de ellas niños.
“Sabemos desde hace 30 años que este sistema mató mucha gente. ¿Por qué seguimos usándolo?”, preguntó Eduardo Miranda, profesor de ingeniería civil y ambiental de Stanford y experto en diseños capaces de resistir sismos, que recopiló la información. “La decisión correcta después del sismo del 85 hubiera sido prohibir totalmente este tipo de construcción. Hubiéramos podido salvar vidas”.
El departamento de Abadia, moderno y ecológico con sus balcones con paneles de madera y techos con paneles solares se vino abajo al ceder una columna de una esquina, según Miranda. El método de construcción fue solo uno de los problemas: Las unidades estaban diseñadas por un arquitecto cuyo registro había vencido y aprobadas en un barrio en el que los auditores previamente habían encontrado construcciones ilegales que no fueron correctamente revisadas.
Los expertos coinciden en que la devastación causada por el sismo del mes pasado en esta ciudad de 8,9 millones de personas pudo haber sido mucho más grave de no haber códigos de construcción tan estrictos, pero el sismo obligó a abordar algunas fallas de esas normas. Ahora los expertos se afanan por reforzar las normas para restaurar los edificios dañados y deben lidiar con una realidad ineludible: que la corrupción permitió que cientos de estructuras fuesen construidas sin respetar las reglas, sobre el sedimento inestable del lago antiguo de la Ciudad de México.
Después del sismo, Abadia y su esposo llegaron a su casa y la encontraron en ruinas, una montaña de escombros acumulados en el estacionamiento, con pedazos de relleno de unicel, o poliestireno extruido, usado en las losas flotando en el ambiente. Los vecinos buscaban desesperados una madre y una nuera de las que no tenían noticias, que sabían estaban limpiando un departamento, pero el constructor nunca dio señales de vida, de modo que los residentes tuvieron que hacer sus propios bosquejos de la estructura para ayudar a los rescatistas a avanzar por los sectores más seguros.
“Las dos personas que trabajaban en el departamento 404 no pudieron salir”, dijo Abadia, a quien se le notan las cicatrices de una reciente operación en la garganta. “¿Cómo es posible que después de menos de un año en que entregaron el edificio, se haya derrumbado completamente?”.
Al día siguiente, la empresa constructora, Canada Building Group, envió un correo electrónico a los residentes diciendo que la firma no era responsable del derrumbe porque el sismo fue un “evento fortuito”, fuera de su control.
Los residentes no sabían que el ingeniero privado que había diseñado el edificio tenía su registro vencido desde el 2015, según indican archivos electrónicos. Las autoridades municipales y el ingeniero en cuestión no respondieron a llamadas para averiguar más detalles sobre el tema.
El funcionario municipal que dirige el departamento que aprobó los planes presentados por el ingeniero aparentemente había sido suspendido por enriquecimiento ilícito después de que una investigación reveló que no había reportado el crédito de una casa y dos autos en su declaración de rentas. Ni el constructor ni el funcionario, Nicias René Aridjis, respondieron a llamados y mensajes de la AP, aunque Aridjis negó irregularidades en Twitter.
Una auditoría llevada a cabo por la contraloría de la Ciudad de México en el 2015 indicó que en la misma delegación (condado) de Benito Juárez se había estado aprobando construcciones ilegales y sin los permisos correspondientes.
“Se determinó que la dirección general de Obras y Desarrollo Urbano no cuenta con el programa específico de verificación administrativa de manifestaciones de construcción”, señala la auditoría.
Las autoridades de la delegación no devolvieron llamadas, pero han dicho que están investigando posibles sanciones contra el fabricante del edificio de Abadia y que planeaban radicar una demanda penal.
“Se tendría que investigar”, expresó Renato Berrón, director del Instituto para la Seguridad de las Construcciones de la Ciudad de México, una dependencia municipal.
En la crisis que siguió al sismo de 1985, un grupo de académicos, funcionarios e ingenieros trabajó día y noche para hacer recomendaciones de emergencia para mejorar los códigos sísmicos de la capital mexicana, las cuales fueron aprobadas prontamente.
La comisión estaba bajo presión para analizar las causas de los derrumbes y ofrecer nuevas normas en poco tiempo, y algunos arquitectos y constructores se oponían a la proscripción de los edificios con losas planas, de acuerdo con Miranda, cuyo trabajo por entonces consistía en escribir informes para la comisión mientras preparaba los nuevos códigos.
“Hubo muchos constructores y propietarios (de edificios) que no se iban a sentir felices si frenaban sus obras”, dijo Miranda, quien posteriormente sirvió en varias comisiones de códigos en los años 90 y en un panel financiado por la Agencia Federal de Manejo de Emergencias de Estados Unidos. “Estas cosas empiezan como conversaciones técnicas, pero pronto te ves envuelto en cuestiones políticas”.
Los nuevos códigos permitieron que se siguiesen usando las losas planas si se diseñaban edificios más resistentes a los sismos que las estructuras con vigas o paredes de cemento.
Las autoridades no prestaron demasiada atención a la evaluación de si las estructuras ya existentes con losas planas tenían que ser modernizadas después de 1985, expresó Miranda.
“Hubiera sido mejor haber insistido en que no se usase la losa plana, o en que se la usase solo en casos muy especiales”, dijo Roberto Meli, renombrado ingeniero estructural que sirvió en la comisión de códigos de 1985 y que luego dirigió el Centro para Protección de Desastres creado tras ese sismo. “Debió haber habido una mejor campaña de información pública para que los diseñadores y constructores supiesen que esta no era una buena solución”.
Los nuevos códigos dieron mayores responsabilidades a una red de ingenieros privados que son contratados por los constructores y quienes presentan sus planes estructurales a las autoridades de la delegación. En la práctica, esto quiere decir que ingenieros privados, no expertos del gobierno, son quienes aprueban la seguridad estructural de los proyectos y hasta los funcionarios municipales admiten que el proceso puede ser vulnerable a la corrupción.
“La corrupción se puede dar de muchas maneras, desde que se aceptan sobornos o que alguien haya falsificado documentos, o que no presentó los planes estructurales a la delegación”, expresó Berron. “Si se llevara a pie de letra, todo esto se podría evitar. Pero eso no siempre ha sido el caso”.
En las últimas décadas, los barrios de clase media cerca del centro de la ciudad han experimentado un crecimiento vertiginoso, y han surgido una cantidad de helipuertos y garajes ilegales de varios niveles entre viviendas históricas neoclásicas. En los últimos 15 años, los residentes del barrio de Abadia y de otros dos vecinos han enviado la mayor cantidad de quejas a la municipalidad sobre violaciones relacionadas con el uso de la tierra.
Ahora, esos mismos barrios tienen decenas de edificios dañados, que tal vez tengan que ser demolidos o que requerirán ser reacondicionados, de acuerdo con la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural. Miranda, cuyo equipo recopiló la información de los 44 derrumbes mediante visitas personales a los sitios y análisis estructurales detallados, calcula que cientos de edificios dañados fueron construidos con sistemas de losas planas, algunos de ellos en tiempos recientes. Aproximadamente el 57% de los edificios derrumbados tenían un nivel blando, un garaje o alguna otra abertura similar en el primer nivel, de acuerdo con la información de Miranda.
Meli dijo que él y otros miembros de la comisión de expertos tratarán de reforzar los patrones para modernizar las estructuras y que hacia comienzos del año que viene podrían reconsiderar el tema de las losas planas, aunque no está convencido de que prohibir ese método hubiera funcionado.
Abadia, que vive temporalmente en la casa de su suegra, en otro sector de la ciudad, dice que espera que los constructores negligentes rindan cuentas.
“Lo perdimos todo”, se lamentó. “Sabemos que un sismo es algo inesperado. Pero un edificio nuevo no se debería caer”.