En la plaza de la República de París, un viernes por la noche, un grupo de personas escribe "Free Syria" con velas e implora al mundo salvar Alepo; son apenas unos cien, la guerra que destruye Siria no moviliza a multitudes.
"No entiendo. Es una causa que debería movilizarnos a todos", dice decepcionado uno de los manifestantes, Ahmad Darkazanli, un alepino que vive en Francia desde hace 50 años.
La zona controlada por los rebeldes en Alepo, la segunda ciudad de Siria, está a punto de caer en manos de las fuerzas del régimen tras meses de asedio y de bombardeos.
Ni París, Berlín, Londres o Roma ha acogido manifestaciones de magnitud frente al drama que vive la antigua capital económica siria.
Sin embargo, "Alepo es un nuevo Sarajevo. Un capítulo negro en la historia de la humanidad y de la política internacional", afirma Jan Egeland, un alto responsable de la ONU.
El drama de Sarajevo, la capital asediada de Bosnia (1992-1995), movilizó a los intelectuales, las guerras de Gaza sacaron a las calles a miles de personas, la ocupación estadounidense de Irak movilizó a multitudes en Europa. En cambio, el conflicto sirio no levanta olas de solidaridad.
Más allá de Alepo, Siria se resume desde hace cinco años en una serie de historias e imágenes de horror que desfilan en los medios y saturan las redes sociales.
Barriles de explosivos, niños asfixiándose tras ataques químicos, imágenes de prisioneros torturados hasta la muerte, familias enteras enterradas bajo los escombros.
"Una magnitud de barbarie que supera el entendimiento", según el libanés Ziad Majed, investigador de la universidad americana de París.
La foto de Aylan, el niño sirio que murió ahogado y cuyo cuerpo fue encontrado tendido en una playa turca y el rostro cubierto de polvo de Omran, un pequeño rescatado bajo los escombros de una casa bombardeada en Alepo provocaron la indignación mundial durante unos días.
Pero "una tragedia reemplaza a la otra. Y como no sabemos quién mata a quien, que somos impotentes, que los políticos son impotentes, no tenemos ganas de mirar ni pensar", agrega Majed.
- 'El pueblo sirio es invisible' -
La guerra en Siria, que comenzó en 2011 tras la represión de manifestaciones opositoras, se militarizó, regionalizó e internacionalizó rápidamente.
Es una de las guerras más complejas y difíciles de descifrar.
En este conflicto en el que interviene Rusia, Irán, Turquía, las potencias del Golfo, una coalición dirigida por Estados Unidos y la organización Estado Islámico (EI), "el pueblo sirio y sus aspiraciones democráticas son invisibles", estima Ziad Majed.
"Pienso que los atentados cometidos en Europa por el EI terminaron por apagar todos los sentimientos de empatía e indignación de la opinión pública occidental", opina Pauline Hamon, una periodista.
"Lastimosamente, mucha gente piensa que las personas de Oriente Medio somos violentas, que nos matamos los unos a los otros, que no podemos vivir en democracia y que tenemos los gobiernos que nos merecemos", señala Farouk Mardam-Bey, un editor francosirio, presidente de la asociación de apoyo a la revuelta, Souria Houria.
Farouk Mardam-Bey señala también el efecto de las "influyentes" páginas web prorrégimen que difunden información de una guerra fuera de los límites de los principales medios de comunicación.
"Incluso, entre amigos de izquierda, escucho a menudo: '¿Cómo saber si estas imágenes son verdaderas?'", cuenta.
Desde el inicio del conflicto, Souria Houria ha organizado cientos de manifestaciones, pero las personas que responden a sus llamamientos son por lo general especialistas, artistas y activistas.
"Al inicio de la campaña de bombardeos sobre Alepo (en septiembre), vimos algunos rostros nuevos, 'gente común' que participaron en manifestaciones frente a la embajada rusa. Pero son pocos", apunta Mardam-Bey.