13/May/2024
Editoriales

Un juego de pelota de vida o muerte

Ahora que en Nuevo León renace la pasión futbolera por el triunfo internacional de los Tigres de la UANL, busqué antecedentes históricos. Encontré que en algún momento de cuando Martín de Zavala gobernaba el Nuevo Reino de León, el provincial de los franciscanos en Guadalajara, fray Juan Mohedano solicitó apoyo militar para proteger a un grupo de frailes e indígenas que predicarían en el área de lo que ahora son los municipios de General Bravo y Doctor Coss. 

Se trataba de una expedición evangelizadora dirigida por varios frailes entre ellos Juan Larios; un grupo de indios cristianizados de la tribu de los cotzales cuyo “Cabo” se llamaba Diego Francisco y un piquete de soldados españoles. Esta expedición predicaba a los indios que se encontraba en el camino, pero cuando llegó a un lugar llamado Peyotes, encontraron un campamento nómada de indios de la tribu de los tobosos, aun bárbaros. 

Al verlos, un nutrido grupo armado de tobosos salieron a recibirlos y comunicaron a los cotzales que no pelearían con ellos, si a cambio les entregaban a uno de los frailes para comerlo en un festín caníbal al cual desde luego estarían invitados. El Cabo de los cotzales, Diego Francisco, les respondió con una propuesta: juguemos la vida de fray Juan Larios en un juego de pelota. Algo sabía Diego Francisco del gusto de los tobosos, pues de inmediato aceptaron.

De inmediato cada grupo indígena seleccionó a cinco jugadores, y empezó el partido. De ese juego de pelota poco se sabe, pues se ignora si la cancha era en forma de “I” como las prehispánicas, o cuadrangulares como las castellanas, u ovales como las vascas: con obstáculos naturales (troncos, piedras, arbustos, ríos) o sin ellas; si las metas eran circulares como las de prehispánicos, o postes diagonales.

Aún no se desarrollaban las porterías, o simplemente había una línea como la del fútbol americano y el rugby. Ni siquiera sabemos si la pelota era de caucho, de cuero o envueltos de hierbas y palmas. Tampoco puede saberse si se jugaba con las manos, los pies o las caderas o con todo. 

Lo que sí se sabe es que llovió en la tarde de ese día, pero el juego continuó. El sacerdote, los españoles y los demás indios estaban bajo una enramada, hasta caer la noche en que los cotzales reconocieron su derrota, pero se negaron a entregar el premio. Comenzó un intercambio de flechazos, y los cotzales pudieron escapar con Larios vivo, llevándose los españoles sólo dos heridos. 

Esta es la primera narración de un juego de pelota en estas tierras. Hay qué investigar más para saber al menos cómo se jugaba, pues queda claro que los naturales de esta región se entretenían con el juego de pelota y era una de sus pasiones, tanto que sus apuestas consistían en bocados antropofágicos. 

Desde luego que- al margen de lo que ahora significan esas costumbres alimenticias- evidencia que los indígenas chichimecas de la región como cualquier ser humano,  disfrutaban de las actividades lúdicas.

 

 

 

Fuentes:

 

David Alberto Cossío, Obras Completas, Tomo II, Congreso del Estado de Nuevo León LXVIII Legislatura. Compilador, Adalberto Arturo Madero Quiroga