Local

"Calles murió, pero su obra máxima, el PRI, sigue vivo y sigue siendo la mejor opción": LEB

A 71 años de la muerte de Plutarco Elí­as Calles, el Partido Revolucionario Institucional, honró ayer la memora del fundador del Partido Nacional Revolucionario (PNR) el 4 de marzo de 1929, evento al que acudió la clase polí­tica del tricolor, donde el orador principal fue el ex presidente del PRI, Leopoldo Espinosa Benavides.

En este evento que presidió el Presidente estatal del PRI, César Cavazos Caballero y la Secretaria General, Marí­a de Jesús Aguirre y se llevó a cabo en la explanada del PRI, el orador, expresó:

"Calles murió pero su obra máxima, el ahora Partido Revolucionario Institucional, sigue vivo y sigue siendo la mejor opción para los mexicanos que aspiran a mejores estadios de vida".

Espinosa Benavides dijo que Calles fue un inteligente lí­der que inició su vida pública de maestro rural, lo que le permitió conocer la realidad del pueblo, sus carencias, pero también sus potencias.

Nació en Guaymas Sonora, hijo natural de Plutarco Elí­as y Marí­a de Jesús Campuzano.

Abandonado por su padre y huérfano de madre a los cuatro años, se crió con su tí­a y su padrastro, un modesto cantinero del que adoptó su apellido Calles en agradecimiento.

Se distingue desde joven ----continuó Espinosa Benavides---por su inteligencia e increí­ble energí­a, realizando varios trabajos en paralelo:

Siendo maestro en la Escuela de la Moneda de Hermosillo, era el encargado del hotel California en Guaymas, y administrador de un negocio comercial en Agua Prieta.

Allí­ conoció a Adolfo de la Huerta, Carlos Plank, Ignacio Bonilla y otros que luego serí­an importantes personajes de la revolución.

"Su capacidad proteica le permití­a ser al mismo tiempo –por si fuera poco-, redactor del periódico El Siglo XX y de la Revista Escolar del Estado de Sonora", dijo el orador.

Así­, en 1912, cuando tení­a 35 años, ingresó al ejército del Norte de ílvaro Obregón para luchar contra el orozquismo y al año ya era pieza importante para derrocar al usurpador Huerta, y peleó hasta verlo caer.

Pero la revolución continúa y Calles enfrenta a Pancho Villa, y Carranza lo nombra comandante militar y gobernador de Sonora.

En ese sitial, muestra sus dotes de estadista: limita la comercialización de bebidas alcohólicas (sabí­a el daño que causaba el alcoholismo), regula el divorcio, funda escuelas, bibliotecas, deroga exenciones de impuestos, fija el salario mí­nimo, toma medidas contra los sacerdotes católicos, y suprime el Tribunal Superior de Justicia por actos de corrupción.

Es secretario de Comercio y Trabajo con Carranza, pero renuncia para apoyar la candidatura de Obregón a la presidencia, en contra del mismo Carranza.

Al asesinato de éste, Obregón toma las riendas del paí­s y Calles, es secretario de gobernación y es su virtual sucesor.

"Así­ llega a la Presidencia de 1924 al 28 y enví­a al gobernador de Tabasco, Tomás Garrido, a decretar que en ese estado sureño sólo habrí­a seis sacerdotes y condicionados a que fueran casados".

La iglesia ---explicó Espinosa Benavides--- responde denunciando la constitución de 1917 y el gobierno reacciona cerrando conventos y parroquias. La Iglesia suspende el culto, y detona la guerra Cristera en 1927.

"Con todo y una fuerte crisis económica sumada a la lucha armada fraticida, Calles construye instituciones nacionales con los principios ideológicos de la revolución y suprime el principio de la no-reelección, para permitir que Obregón regrese a la presidencia. Es leal a su primero y único jefe.

ílvaro Obregón es reelecto pero antes de rendir protesta, lo asesinan y en 1928 entra a gobernar Emilio Portes Gil.

En esas condiciones inestables, el 4 de marzo de 1929, Calles funda el Partido Nacional Revolucionario, quedando como "jefe máximo de la revolución", sitial desde donde ejerce liderazgo de 1928 a 1934, durante "El maximato".

Con Portes Gil fue secretario de Guerra y Marina, lo mismo con Ortiz Rubio; y con Abelardo L. Rodrí­guez, fue secretario de Hacienda y Crédito público.

Hasta que llegó Lázaro Cárdenas, quien lo saca del paí­s yéndose a Los íngeles, hasta 1941 que regresó a la hacienda la Soledad de la Mota, en General Terán, NL y luego a la ciudad de México.

Murió en Cuernavaca en 1945.

Hasta aquí­ su biografí­a, dijo Espinosa Benavides, sin embargo Sin embargo, señaló que la figura de Calles debe analizarse en un contexto más amplio.

Un lí­der de su tamaño no se puede comparar más que con un Benito Juárez, quien a mediados del siglo XIX, con el paí­s colapsado por tres décadas de desorden y la invasión norteamericana, con la consecuente pérdida del territorio nórdico, nunca aceptó encabezar una dictadura que parecí­a ser la solución.

No habí­a forma de conciliar a los diversos grupos polí­ticos beligerantes. Pero Juárez logró unificar en su derredor a todos los matices de los grupos liberales, para vencer a los conservadores, tanto extranjeros como monárquicos nacionales; y pudo organizar a México que por fin conoció más de 40 años de paz (1867-1910).

Similar situación enfrenta Plutarco Elí­as Calles, pues la revolución mexicana parecí­a eterna.

En 1910, grupos de demócratas enfrentaron al poderoso dictador; en 1913 el usurpador se enfrenta a los demócratas; de 1914 hasta 1929 los revolucionarios se enfrentaron a los revolucionarios en un caos total de traiciones e intereses.

Y fue hasta 1929 que, con una visión superior, Plutarco Elí­as Calles reunió en una sola organización polí­tica a más de 28 grupos revolucionarios, desde ideologí­as socialistas radicales del magonismo, hasta grupos que solo querí­an la paz y el restablecimiento del orden; y lo único que tení­an en común era el hambre de poder.

Esta organización de grupos revolucionarios, bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario fundado en 1929, convirtió a la revolución armada en un instituto polí­tico capaz de competir electoralmente por el poder y dar al paí­s 79 años de paz, algo casi imposible en cualquier otro paí­s del mundo.

Calles el maestro, revolucionario, estadista, y presidente legalista es, ante todo el consolidador de la paz y el progreso de México. Aplicó los principios ideológicos de la Revolución mexicana con reforma agraria, educación masiva, obras públicas, y la reorganización del Ejército.