El ciclo de la vida es nacer, crecer, reproducirse y morir. La tortuga vive hasta 180 años; la ballena boreal vive 200; el Águila real, 80; la cabra, 15; el Cerdo y la Jirafa, 25; el Pato, 10; La Rana, 3; y el Mono vive 25 años. Los insectos son de vida corta, aunque entre ellos hay diferencias, como en las Termitas reinas que viven 50 años, mientras las termitas comunes, sólo tres. Entre hormigas, la reina vive 20 años y sus súbditos sólo dos. La mosca, vive tres semanas; y la libélula del Zambeze sólo una tarde. 

Todas las especies adecuan su vida al tiempo que les durará. La longevidad de los seres humanos no tiene reglas claras, pues el azar es su mayor determinante, aunque existen factores como la genética, la salud, la alimentación y ahora el estrés, que prefijan elementos que influyen. 

Está comprobado que los Centenarios -los que llegan a vivir cien años o más- no tienen sobre peso, no fuman, sus cerebros –memoria y concentración- son mayores que el promedio, y tienen parientes directos longevos. Lo común en países desarrollados es morir alrededor de los 80 años, viviendo los últimos 10 tomando medicamentos bajo supervisión médica.

Porque la medicina tiene ahora soluciones para muchos padecimientos que hasta hace unas décadas eran inimaginables, y la modernidad permite que los alimentos sean conservados durante largo tiempo. Pero la compleja vida actual ha potenciado el estrés para el que no se tiene aún un remedio sencillo.

Sin embargo, la actual pandemia del COVID 19 ha modificado buena parte de lo mencionado, pues aunque estemos viviendo una temporada de menor número de contagios, en cualquier momento nos puede llegar la cuarta ola como ya inició en Europa. 

Nadie sabemos cuánto tiempo más estaremos en esta dimensión de vida; todos queremos vivir más, pero desafortunadamente no está en nuestras manos determinarlo. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es establecer cómo queremos vivir: felices y en paz, o estresados y envidiando a quienes suponemos que viven en paz y felices.