10/May/2024
Editoriales

Las revoluciones son terribles

Hoy conmemoramos la muerte de Don Venustiano Carranza, el revolucionario que derrotó a Victoriano Huerta, el asesino del revolucionario mayor, Francisco I. Madero. Carranza fue muerto por otros revolucionarios, y de la misma forma -asesinados por sus congéneres- murieron muchos de los más grandes revolucionarios de México. 

Algunos escritores descalifican a nuestra revolución esculpiendo definiciones de este movimiento como único, en el que unos héroes asesinaron a otros héroes.

Y no mienten, pero tampoco dicen que las revoluciones son así en todo el mundo, porque cambian el orden preestablecido por los antecesores revolucionarios.  

Se trata siempre de luchas fraticidas, como en la URSS que el revolucionario Stalin mató -además de millones de personas- al revolucionario León Trotski.    

En la revolución francesa, génesis de muchas otras en el mundo, el escritor revolucionario Jean-Paul Marat fue apuñalado por la revolucionaria Carlota Corday, que supuestamente llegó a su casa a darle la lista de enemigos de la revolución que deberían pasar por el cadalso.  El revolucionario Saint Just acusó al revolucionario Dantón quien fue sentenciado a muerte, pidió que: su cabeza fuera exhibida en público y que le dieran sus testículos a Robespierre, pues los iba a necesitar. 

Días después, Saint Just y Robespierre fueron decapitados por llamarse hache. 

Los revolucionarios en el poder siempre se convencen que ellos serán los dirigentes eternos de su país y no quieren competencia.

Esperemos que a los actuales revolucionarios no les de por acabar con su competencia descabezando a los títeres.