14/May/2024
Editoriales

Origen del corsé

Desde tiempos inmemoriales la mujer ha sido objeto de un trato social desigual. Se le exigen cosas que en el varón no son tan importantes, y actualmente la cirugía plástica tiene en la mujer a su mejor cliente, aunque el número de varones que operan su vientre con diversos métodos quirúrgicos es creciente. 

Pero la historia nos dice que el cuerpo de la mujer se ha modificado desde la cultura cretense hace 4 mil años. Como prueba está el hallazgo de una estatuilla de la diosa serpiente, que muestra un armazón de placas de cobre ajustando una especie de falda a la altura de las caderas para afinar su talle. A pesar de que en la antigüedad la ropa de mujer fuera holgada, las damas aristocráticas usaban corsé para realzar y rediseñar sus caderas. 

Desde las culturas griega y romana se apreciaba el talle fino y esbelto de la mujer. 

Homero cuenta que Venus se ceñía un cinturón bordado por encima de la túnica consiguiendo una cintura atractiva. Al describir el traje con el que Hera seducía a Zeus, se habla de un corpiño o corsé para resaltar el talle de la diosa. Este corsé era de dos cintos anchos bordado el uno con fajas doradas, y el otro espejeaba desde lejos, cinturones que hacían las veces de corsé, pues ceñían el talle y resaltaban el busto. 

En los motivos pictóricos de los murales de Pompeya, se ven mujeres ciñéndose su fascia verde o roja. Una estatuilla del siglo I muestra a una dama desnuda liando alrededor de su cuerpo la fascia, que sujeta con una axila mientras en la mano izquierda tiene el rollo que aún queda por ceñir. 

Los poetas del siglo I, Ovidio y Marcial, se burlaban de la mujer gorda de cintura indefinible, llamándola ‘antítesis del amor’. 

El emperador Antonio Pío, del siglo II, tenía una colección de corsés; y en tiempos de Augusto se vendía una prenda adelgazante llamada Castula, que era una faja oculta en un jubón para resaltar las caderas y despistar la barriga. 

El negocio de las fajas adelgazantes era muy productivo; en el siglo III, el médico Sereno Sammonico, amasó una fortuna vendiendo un producto de uso tópico que según él, adelgazaba. La Edad Media permitió a las mujeres ocultar la figura debajo de los trajes amplios y cuando dieron entrada al justillo en el siglo VII, prenda que resaltaba el busto sin oprimirlo. 

El corsé de listones empezó en Francia en el sigo XVI, de ahí fue a Italia y se generalizó en toda Europa. Blanca de Castilla, madre de Luis XI, a pesar de su rígida moral era adicta al corsé. La moda del corsé se extendió al grado que en el siglo XVIII lo usaban algunos hombres. A principios del siglo XIX había una obsesión por la figura esbelta y la literatura de esa época abunda en relatos del sacrificio de las mujeres por parecer más esbeltas de lo que eran. De 1850 a 1860 se estableció el criterio que las mujeres deberían tener una cintura de entre 44 y 54 centímetros de diámetro. La emperatriz Isabel de Austria se hacía coser sus trajes sobre el cuerpo desnudo. La baronesa María Wallersee que se casó en 1877 decía que su vestido de novia era tan estrecho que fue imposible ingerir alimento o líquidos durante la recepción nupcial. Después llegó la faja, y luego el sostén. Hoy día, uno de los negocios más productivos es el de la vanidad, y especialmente el de adelgazar o aparentarlo, a quienes adquieren los “maravillosos” productos que muchos son un peligro para la salud. 

Ciertamente hubo un breve tiempo en el siglo pasado que se decía -referido al cuerpo humano- que ‘gordura es hermosura’, pero esa moda fue superada cuando la moda de ropa femenina exigía una cintura estrecha.