En la Argentina se repitió la historia sin fin: el poderoso (Inglaterra) se quedó con las tierras (Islas Malvinas) del débil (Argentina).
Esto no sorprende a nadie, excepto a los argentinos que esperaban una guerra más “aguerrida”, pero el 14 de junio de 1982, el ejército argentino levantó la banderita blanca en señal de: ya no disparen, nos rendimos.
La dictadura de Leopoldo Fortunato Galtieri y sus militares antecesores no quisieron despeinarse cuando supieron que Estados Unidos acercaba una flota de barcos en auxilio de sus tíos los británicos.
Los militares instalados en el poder desde Buenos Aires, los mismos que torturaban a los jóvenes que osaban exigir democracia, que violaban a las mujeres atadas, los ladrones de tierras y tesoros, los que decían discursos patrioteros, habían enviado al matadero a los jóvenes reclutas de las provincias retiradas del Puerto, de las lejanas islas del sur que murieran de frío o de “mal de plomo”.
Pero ellos no estuvieron dispuestos a ponerse en peligro, decidieron que a la mejor los ingleses sí tenían derecho sobre las islas Malvinas.
¿Dónde he escuchado eso?