14/May/2024
Editoriales

La Santa Teresa de Calcuta

Durante una década al menos, mi esposa y yo hacíamos cada año un Crucero por el Caribe celebrando nuestro aniversario de matrimonio. 

Como se trataba del mes de septiembre, la temporada era “baja”, pues los ciclones impiden cubrir exactamente la ruta prevista, y las embarcaciones pueden libremente cambiar de itinerario para alejarse de las perturbaciones atmosféricas lo cual hacía que el precio del viaje se abaratara mucho. 

Pero nosotros disfrutábamos la incógnita del recorrido, y hasta el meneo del oleaje.   

Sucedió que, en la primera semana del mes de septiembre de 1997, viajábamos por el Caribe, y llegamos a Las Bahamas.  

Al atracar en el muelle nos bajamos del barco guareciéndonos de una suave lluvia en una marquesina antes de tomar un taxi para ir al centro de Nasáu, cuando vi en el aparador de una tienda que en todas las televisiones aparecía el conocido rostro de la Madre Teresa.

No me extrañó pues ella era amiga de la princesa Diana de Gales que acababa de fallecer en un accidente automovilístico, y creí que estaba dando el pésame por este acaecimiento.

Pero como eran varios canales al mismo tiempo, me acerqué al aparador y escuché que mi admirada Madre Teresa acababa de morir, el cinco de septiembre de ese año. 

Eso me dolió y suspendimos el viaje, pues mi esposa sabía de mi admiración por esta santa mujer, y lo aceptó sin regateos.

La Madre Teresa, una religiosa albanesa nacionalizada en La India, realizó una increíble labor humanitaria durante toda su vida, hasta que terminó siendo reconocida con el Premio Nobel de la Paz, dos años antes de su muerte.

Hay tantas historias de ella, que sólo platicaré de una vez que fueron a visitarla unos Lores del Parlamento del Reino Unido, para hacerle un donativo de veinte mil libras esterlinas a sus centros de atención a enfermos terminales. 

La Madre Teresa los recibió en su vivienda de Calcuta y estaban platicando tranquilamente cuando llegó muy afligida una de las monjas de su Congregación  diciéndole que estaba muriendo un indigente enfermo y de momento no tenían donde colocarlo, así que le pidió permiso para utilizar la sala de su casa, y ella de inmediato salió a recibirlo con un abrazo y un beso en la frente.

Los Lores se escandalizaron, y antes de salir casi corriendo de la casa, uno de ellos le dijo que él no haría eso (abrazar y besar a un enfermo) ni por cien mil libras esterlinas a lo que de inmediato la Madre Teresa le contestó que ella tampoco.

Le dijo que no lo haría por ninguna cantidad de dinero; lo hacemos porque este hombre es un hijo de Dios, y lo amamos como a todas las criaturas del señor.

Esa es sólo una muestra miniatura de la labor de La Madre Teresa, a quien el papa Francisco la canonizó el cuatro de septiembre de 2016, por lo que ahora es la Santa Teresa de Calcuta.