En varias ocasiones hemos estado en la ciudad de Saltillo, Coahuila, para hablar de la presencia del Presidente de la República, licenciado don Benito Juárez, en Monterrey y Coahuila. Fueron dos las estancias del Presidente Juárez en Monterrey. Proveniente de Saltillo. La primera el 11 de febrero de 1864 y la segunda del 3 de abril al 15 de agosto de ese mismo año. Antes y después de estar en Monterrey, estuvo en Coahuila.
El tema de Juárez en Coahuila es abordado por el buen amigo Arturo Berrueto en un interesante libro de este destacado historiador y el de Juárez en Monterrey, está desde hace casi 50 años en mi libro “Juárez en Monterrey”. Esta obra nuestra ha corrido con suerte pues lleva ya cuatro ediciones, tres de mil ejemplares y una de dos mil.
Para recordar el aniversario del natalicio de Juárez, hoy estaremos en el Recinto de Juárez en la ciudad de Saltillo, Coahuila, en una reunión con el Gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme y los miembros del Colegio Coauilense de Investigaciones Históricas. El Recinto de Juárez es la casa donde estuvo Don Benito durante su estancia en Saltillo en 1864. En la sesión de hoy ingresarán al Colegio como Miembros Honorarios los licenciados Manuel Ceballos, César Morado y José Coello.
Por otra parte, hablando de historia, el Presidente Juárez vivió en Monterrey durante los meses de abril, mayo, junio, julio y la mitad del mes de agosto. En ese tiempo estuvo atento al desarrollo de los acontecimientos que se registraban en todo el país. Mientras Juárez permanece en Monterrey, se registra la llegada a México de Maximiliano y Carlota.
Pero vayamos a aquel mes de abril de 1864. Monterrey recibe con cariño a Juárez y sus acompañantes, entre quienes figuran su propia esposa, doña Margarita Maza de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, José María Iglesias, Manuel Doblado, Miguel Negrete y otros personajes.
PADRE Y ABUELO
A LOS 58 AÑOS
Juárez había nacido el 21 de marzo de 1806. Ester día se cumplen 212 años. Cuando estuvo en Monterrey, en 1864, Juárez tenía 58 años de edad. En Monterrey gozó la dicha que proporciona el ser, casi al mismo tiempo, padre y abuelo. En efecto, en Monterrey nació su hijo José Antonio Juárez y Maza, el 13 de junio, y aquí vino al mundo --también-- su nieta María Juana Dolores Santacilia Juárez, el 11 de julio de ese año de 1864. María Juana Dolores era hija de don Pedro Santacilia y de doña Manuela Juárez, hija del Presidente.
José Antonio fue registrado el 28 de junio de 1864 en el Juzgado Primero del Registro Civil en Monterrey, levantándose el acta número 44 y apareciendo como testigos don José Arriaga, antiguo Gobernador de Oaxaca y el señor Francisco Díaz.
He aquí el texto del acta:
"Al centro.- En la Ciudad de Monterrey, a los veintiocho días del mes de junio de mil ochocientos sesenta y cuatro, ante mí, el Juez del Estado Civil y testigos que al final se nombrarán, el Presidente de la República, Ciudadano Benito Juárez, vecino de México, y residente hoy en esta Capital, manifestó: que el día trece del corriente, a las nueve y cuarto de la mañana, nació un niño que se llamará Antonio, el cual es hijo legítimo suyo y de su esposa la Señora Doña Margarita Maza. Todo lo cual en cumplimiento de la Ley hice constar en la presente acta que leí al declarante y testigos los Ciudadanos José María Arteaga y Francisco Díaz, mayores de edad y recientemente avecindados en esta Capital quienes firmaron conmigo: Doy fè.- Anto. Tamez. Benito Juárez.- José Arteaga.- F. Díaz. (Rúbricas).-
Por otra parte, en los archivos de la Catedral de Monterrey se encuentra el libro de bautismos en el que se registró al último hijo de Juárez, con el nombre de José Antonio. En dicho libro se puede leer lo siguiente:
“En el Palacio de Gobierno, previo el permiso del Superior Gobierno Eclesiástico del Obispado, a los veinte y tres días del mes de julio de de mil ochocientos sesenta y cuatro, yo el infraesrito cura, bauticé solemnemente y puse el Santo Óleo y Sagrada Crisma a José Antonio de un mes y once días de nacido, hijo legítimo del Ciudadano Presidente Licenciado Dn. Benito Juárez y de Doña Margarita Maza, vecino de ésta, fueron sus padrinos Don Pedro Santacilia y doña Manuela Juárez a quienes se les advirtió su obligación y parentesco espiritual; y para constancia lo firmé, Rafael de la Garza Sepúlveda.”
Y por si todo lo anterior fuera poco, el nacimiento está registrado en las anotaciones que el Presidente Juárez hiciera en su libreta.
Ese mismo día, 23 de julio de 1864, en el Palacio de Gobierno, ubicado entonces en la esquina de lo que hoy son las calles de Escobedo y Morelos, fue bautizada la niña María Juana Dolores Santacilia Juárez, nieta del Presidente Juárez y de su esposa doña Margarita Maza de Juárez e hija legítima de don Pedro Santacilia y de doña Manuela Juárez. María Juana Dolores también nació en Monterrey. La fecha de su nacimiento es el 11 de julio de 1864.
Lamentablemente, un año después (1865) habría de fallecer su hijo José Antonio, en la ciudad de Nueva York, en donde se encontraba en compañía de sus hermanos y de su señora madre.
UN EPISODIO BRILLANTE
Como se ha dicho, fueron dos las estancias del Presidente Juárez en Monterrey. La primera el 11 de febrero de 1864 y la segunda del 3 de abril al 15 de agosto de ese mismo año.
En Monterrey, Juárez se vinculó a personas que le fueron de gran apoyo como Lázaro Garza Ayala, Manuel Z. Gómez, Simón de la Garza Melo, José María Benítez y Pinillos, José Eleuterio González “Gonzalitos” y a quien habría de ser su fiel servidor y amigo, su cochero Juan Idueta.
El Presidente tuvo que abandonar la ciudad ante la amenaza de sus enemigos. Con la salida de Juárez de Monterrey, el 15 de agosto de 1864 –en estos días se cumplen 150 años-- terminó para Nuevo León uno de sus más brillantes episodios: la estancia del verdadero creador de la mexicanidad, y la única ocasión en que esta ciudad ha sido el lugar que sirvió de residencia a los poderes federales, para que desde este lugar se gobernara al país.
En la tierra del Padre Mier, don Benito Juárez conoció el verdadero significado de la amistad de sus conciudadanos y la traición de quienes se decían, como Santiago Vidaurri, fieles seguidores de la causa liberal. Gozó también de la dicha que proporciona el ser, casi al mismo tiempo, padre y abuelo.
Durante su estancia en este rincón de la Patria, los norteños supieron comprender, amar y respetar al gran patricio y ofrecerse sin condición alguna a la causa liberal, que era la causa mexicana. Su amor a la justicia, a los fines nobles y, en general, a todo lo que significara el bien común, dejó huella imborrable, por lo que se le rinde perenne homenaje a través del grato recuerdo de su presencia en calles, escuelas, monumentos y en los corazones de todos sus habitantes.