21/May/2024
Editoriales

Las galletas son alcahuetas

En 1943, el soldado norteamericano Bill Purdy, de Ithaca, Nueva York, tenía siete años de novio con una chica llamada Mae, cuando fue llamado al ejército para combatir en la 2ª  Guerra Mundial. 

Recibía capacitación en Camp Croft, en Carolina del Sur, y su novia Mae le enviaba semanalmente una carta y una caja de galletas que ella misma horneaba. 

Sin embargo, como suele suceder, la oficina de correos del Ejército norteamericano se equivocó y el primer envío fue entregado a otro soldado que llevaba el mismo nombre: Bill Purdy. 

El Bill equivocado supo de inmediato que se trataba de una confusión, así que le envió una carta a la chica explicándole el error y felicitándola por las galletas, que no pudo resistir y se las comió todas. 

Ella le respondió agradeciéndole el halago y así inició una relación epistolar entrambos. Cuando el primer Bill Purdy regresó al pueblo, se encontró con que su novia estaba casada con ¡otro Bill Purdy! 

Al paso de los años el primer Bill Purdy -el original, digamos- asimiló el golpe y trascendió el anécdota fue entrevistado por el canal de televisión local y le preguntaron qué pensaba del desenlace de esa confusión y dijo:

 _No me importa que me haya bajado a mi novia, lo que en verdad me molesta, y mucho es que… ¡mi tocayo  se comió mis galletas!

Fuente: Leído en la revista American Way en diciembre de 1969, en un vuelo de la línea American Airlines