Nasredín compró un burro y lo utilizó para ir al pueblo.
Pero unos ladrones lo vieron, y planearon cómo robárselo, esperando la oportunidad hasta que una vez Nasredín se descuidó.
Dos de ellos desataron la cuerda del cuello del burro y se lo llevaron.
Un tercer ladrón se quedó en el lugar del burro con la soga atada al cuello.
Al verlo Nasredín se asustó y el tipo le explicó:
_Disculpe usted señor, lo que sucede es que mi madre me castigó porque la desobedecí y me transformé en burro, pero creo que ya me perdonó pues he vuelto a ser humano.
_Vete, y ya no vuelvas a desobedecer a tu madre, le dijo Nasredín dejándolo ir.
Pero como lo necesitaba, al día siguiente fue Nasredín al mercado a comprar algún burro y le echó el ojo a uno que se parecía mucho al que le habían transformado en hombre.
Vio que sí era el mismo burro, así que se le acercó y le dijo en una oreja: “Eres un bueno para nada, veo que volviste a enojar a tu madre, pero esta vez no te voy a comprar”.