19/May/2024
Editoriales

Polerías. Mi pandémica edad

Estimado amigo don Inegi:

Llevaba usted buen tiempo anunciando que la esperanza de vida del mexicano era de 75 años, y ahora salen quesque por la Pandemia disminuirá esa cifra. 

Como que nos dicen que si alguien cumple más años de los enunciados, está rompiendo su pronóstico y que de ahí en delante vivirá en puros tiempos extras.

Esto podría ser un plan para desprestigiar a la Pandemia, que se ha vuelto muy famosa y despierta envidias; no vaya a ser que se presente de candidata a algún puesto de elección popular, y qué cuentas le daría usted a su jefe, o a míster Gatell.

Tal vez el presidente de México -que le encanta contradecir a los regios- esté vacunando sólo a los mayorcitos, como protegiendo a esta señora Pandemia.

Pero eso va en contra de su predicción, don Inegín; además yo no puedo odiarla mucho, porque en esta etapa ella me ha enriquecido en varios aspectos. 

No voy a filosofarle a usted acerca del cambio en el concepto de vida, ni de la nueva realidad provocada por ella. No. Sólo daré un dato: doña Pandemia me enseñó a no usar reloj, siendo que era mi vicio mayor, traer en la muñeca una cajita de mentolato.

Es decir, que esta señora Pandemia es capaz de hacernos mejorar, pues nuestros vicios no debieran dominarnos. 

En cuanto a que disminuirá la esperanza de vida, al menos a mí ya no puede aplicárseme, pues ni modo que les regrese el tiempo que he vivido.    

A riesgo de hablar con frases muy desgastadas, deseo repetirle que la vida es un Milagro no renovable, que no apreciamos en los primeros años; es necesario que pase buen tiempo para degustarla plenamente. 

Se lo digo porque a mí, como a todos, la vida añeja me ha enseñado muchas cosas. 

Entre tantas citaré unas cuantas, como que ahora sé a dónde y con quién debo regresar a convivir; y es sólo a los lugares y con las personas que me hacen sentir bien, cómodo y apreciado. Espero que esto no afecte su censo 2020, que lo hizo sin aplicar cabalmente el procedimiento, echándole la culpa a la Pandemia.

Muchas dudas y preguntas que me hice en la juventud ya se contestaron solas y la mayoría de ellas, ahora entiendo, no eran tan importantes como pensaba.

Claro que la vida larga cobra facturas. Antes mis ideas volaban y mis palabras fluían por gravedad, sin esfuerzo; ahora las ideas sólo caminan, y las palabras salen pausada y tartamudeantemente (sic), como venciendo un gran esfuerzo de fricción entre el cerebro y los labios.

Pero ahora mis ideas y palabras tienen más peso ante los demás; porque creen que sé cosas que en realidad sólo intuyo.    

Otra cosa interesante es que por la edad recientemente empecé a conocer y a entender realmente a mi cuerpo. 

Esto lo debí percibir desde hace varias décadas, cuando era una verdadera maravilla de aguante y rendimiento.

En realidad lo sigue siendo, pues me ha dado un servicio de primera, a pesar de que el mantenimiento ha sido de segunda o de tercera clase.

Pero eso ya es historia, y a lo pasado ni el Cielo tiene remedio.

Ahora sé que mis termostatos corporales se ubican cerca de mis tríceps, y si antes los hubiera protegido de las bajas temperaturas, no me hubiera resfriado tantas veces.

También puedo adivinar cuándo tendré reflujos gástricos desde antes de dormir, y así tomo algún medicamento o al menos hago un trato con la almohada.

Aprendí a medir mi presión arterial; ahora sé cuando la traigo normal, o alta o baja.

Además puedo calmarme un dolor de cabeza, diluir un calambre en los pies, y otros conocimientos que se obtienen sólo observando por años los síntomas corporales, pues el cuerpo siempre nos habla, pero nosotros nunca le hacemos caso.

Otro aspecto que agradezco a la vida y a la Pandemia es que a estas alturas soy aprendiz del oficio de escribano y cronista, y he descubierto que lo que escribo tiene un solo destinatario: yo

Estas y muchas otras elucidaciones profundas he podido colegir gracias a las vacaciones provocadas por la señora Pandemia. 

Por eso espero sus datos completos del censo 2020, don Inegito, porque parece que lo hizo por medio de una simple encuesta.