09/May/2024
Editoriales

Adolfo de la Huerta, el presidente cantor

En el argot periodístico se le dice a quien confiesa algún delito propio o ajeno, que ‘ya cantó’. En un breve resumen diremos que el ex presidente de la República Felipe Adolfo de la Huerta Marcor vivió de cantar, sin que ello le avergonzara, pues lo hacía en forma constructiva y profesional.

Adolfo De la Huerta fue un sonorense cuando ese era un requisito para figurar en la política nacional. Su carrera política le llevó a ser senador, gobernador de Sonora, secretario de Hacienda y presidente de la República por seis meses cuando murió Venustiano Carranza. Sin embargo, haberse desempeñado bien durante su interinato no fue suficiente para que terminara su carrera política en términos felices, pues fracasó en su candidatura a la presidencia, y que por si fuera poco, la acompañó de un levantamiento -también fallido- en contra del gobierno de su paisano el presidente Álvaro Obregón.  

Así que hubo de salir huyendo del país y, como todos los sonorenses emproblemados, se instaló en California aunque en su apresurado escape no alcanzó a guarecerse en el aspecto económico, sufriendo penurias hasta para tener las mínimas comodidades que un político de su talla requería permaneciendo en la oscuridad con una vida digna. 

No podía trabajar en su carrera de contador, porque debía darse de alta como tal ante las autoridades norteamericanas, así que recurrió a su otro oficio que había aprendido desde su niñez, en forma amateur: el canto.

Adolfo era un estupendo cantante de ópera con voz de tenor, y solucionó su problema económico abriendo una academia de canto en un sitio cercano a Jóligud, y sus clases eran muy bien cotizadas. 

Decoró su academia con motivos mexicanos donde, por razones de egolatría, resaltaban sus recuerdos de cuando gobernó en forma interina a México. 

La gente respondió bastante bien, más que para aprender a cantar, por la oportunidad de convivir con un político de su estatura. 

Su técnica era colocar al alumno de espaldas a la pared, le oprimía el vientre con la mano izquierda mientras que, con el índice de la derecha puesto sobre la barba, le indicaba el movimiento necesario para dar una mejor emisión a la voz. Todos sus alumnos salían bien preparados, y la gente respondía más y más cada día. Eran doce horas de trabajo para cada alumno que podían distribuirse en una o varias sesiones, y eso le permitió a don Adolfo tener una vida de lujos en el vecino país del norte.

128 Pedro Castro, Adolfo de la Huerta, el artista existió el artista un Adolfo de la Huerta, el …   (En línea: docencia.izt.uam.mx/pcm/archivos/Adolfo-desconocido-prueba-pagina.pdf) consultado el 12 de octubre de 2010