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Elecciones en España dos versiones: el PP consolida viraje a la derecha; el PP obtiene victoria “exigua” y no logra mayoría

El Partido Popular ha ganado las elecciones autonómicas en Castilla y León y su líder, Alfonso Fernández Mañueco, podrá gobernar la Junta con el apoyo de Vox. Estos son los resultados de las urnas, que no admiten demasiadas interpretaciones. Los electores, por supuesto, han pasado factura a Ciudadanos por el adelanto electoral y a las dos formaciones de izquierda que conforman el Gobierno de la nación, PSOE y Unidas Podemos, han sufrido una derrota sin paliativos. Los socialistas han perdido 7 escaños y la coalición ampliada de la izquierda radical apenas ha salvado los muebles, con un procurador por Valladolid. Se excusará el mal resultado en el surgimiento de agrupaciones de carácter provincial, próximas al centro izquierda, como Soria Ya. Pero, con ser cierto, también lo es que sus votantes han preferido respaldar una nueva marca electoral antes que renovar su apoyo al Partido Socialista. En definitiva, los populares consolidan en Castilla y León el giro político en España, calcando los resultados que las encuestas de ámbito nacional atribuyen al centro derecha y que tuvo su preludio en los comicios celebrados en la Comunidad de Madrid, donde la opción de la izquierda ha pasado a ser residual. Sin duda, desde los diferentes sectores gubernamentales se tratará de infravalorar la victoria de Fernández Mañueco, no sólo por considerarla muy alejada de las expectativas iniciales, sino acentuando el innegable éxito de Vox, que ha pasado de tener un procurador en las Cortes a los 13 actuales. Y, sin embargo, en menos de dos años, los populares no sólo han enjugado la victoria del PSOE de 2019, sino que lo han hecho forzados a convocar el adelanto electoral por las maniobras de su socio de gobierno. Y en unas circunstancias políticas que cualquier analista independiente reputaría como poco favorables para el Gobierno saliente. Sí, pese a que Fernández Mañueco ha tenido que gestionar una de las crisis sanitarias más graves que haya conocido el mundo, obligado a tomar medidas difíciles y siempre impopulares, y pese a que las consecuencias sociales y económicas de la pandemia se han hecho sentir con fuerza, la mayoría de los castellanoleoneses han depositado su confianza en el presidente de la Junta. Se nos dirá que la ganancia ha sido demasiado exigua, sólo dos escaños más sobre los obtenidos en 2019, pero se ha producido en un momento de alta fragmentación política, que, forzosamente, afecta a las formaciones mayoritarias. Pero lo que importa es que el Partido Popular sigue siendo el referente del centro derecha en España y, por lo tanto, la única alternativa real de gobierno en el conjunto de la nación. En este sentido, está muy lejos de nuestra intención rebajar el buen resultado de Vox, pero, con todo, la formación que preside Santiago Abascal se ha quedado 18 escaños por detrás de Fernández Mañueco.

 

Ni mayoría absoluta ni gobierno en solitario

 

Ni mayoría absoluta ni gobierno en solitario: el PP gana las elecciones y presidirá la Junta, pero fracasa en la estrategia política de relanzar a Pablo Casado como referente de la derecha, frente a Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abasca

 La derecha lleva gobernando Castilla y León desde 1987, desde hace tres décadas y media, desde antes de que cayera el Muro de Berlín. No es novedad que vaya a seguir haciéndolo tras esta noche electoral y no fue esa tampoco la razón por la que el Partido Popular decidió convocar elecciones anticipadas, año y medio antes de cuando tocaba votar.

Recordemos lo ocurrido, ahora que el PP intenta reescribir su argumentario y vender una historia que no pasó: que convocaron las elecciones para evitar una supuesta moción de censura de Ciudadanos en Castilla y León que nunca existió. 

 No es esa la realidad. Desde Génova adelantaron las elecciones porque veían al alcance de la mano la mayoría absoluta, porque creían que sacarían a Ciudadanos completamente del mapa, porque pensaban que no dependerían de Vox. Lo hicieron para lanzar el “efecto Casado”, y compensar el “efecto Ayuso”, para demostrar que era el presidente del PP quien tiraba del partido, y no solo la lideresa de Madrid.

 Ninguno de esos grandes objetivos se ha cumplido hoy. Ni siquiera el que más cerca han estado de lograr: hundir del todo a Ciudadanos, que mantiene un último escaño en el parlamento regional. El de Francisco Igea. Que al fin es consciente del tipo de socio que es el PP.

 La derecha ha ganado las elecciones y Alfonso Fernández Mañueco tiene todas las cartas para seguir al frente de la Junta de Castilla y León. Pero ahí se acaban las buenas noticias que el PP puede vender. Ser la primera fuerza en las elecciones, en detrimento del PSOE, no pone más fácil a Alfonso Fernández Mañueco ni la investidura ni la gobernabilidad. Mejora en dos escaños el resultado de 2019 y gana las elecciones frente al PSOE por apenas un punto y medio de distancia. 

 En porcentaje de votos, Mañueco se queda prácticamente en el mismo punto en el que estaban hace dos años: que ya fue el peor dato del PP en la región en cuatro décadas. Si hubiera conocido este resultado de antemano, dudo que hubiera forzado este adelanto electoral.

 El PP dependerá completamente de Vox, que ya ha adelantado su intención de formar parte del nuevo Gobierno. El PP se resiste, y se resistirá todo lo que pueda. Pero no parece que tenga otra opción. 

 Para Pablo Casado, el fiasco no puede ser mayor. Toda la estrategia diseñada por Génova pasaba por gobernar en solitario en Castilla y León para consolidar a su presidente como alternativa a Pedro Sánchez, como gran referente de la derecha frente a Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal. No ha sido así, y son muchos en su partido quienes hoy cuestionan en privado su liderazgo al frente del PP. 

 Casado ha protagonizado una campaña desastrosa, con intervenciones indistinguibles de su propia caricatura. Para la historia –del humor– quedarán esos discursos cómicos, rodeados de vacas y ovejas, sobre la remolacha, los urbanitas, las sopas de ajo o el vino prieto picudo para desayunar. 

 Está por ver también si el calendario de elecciones en cascada que había diseñado el Partido Popular sigue en pie. En Andalucía, Juanma Moreno Bonilla hoy ya sabe que un adelanto electoral es la garantía de un gran ascenso de Vox. Si logra repetir como presidente de la Junta de Andalucía, será seguro con un vicepresidente de Vox.

 Soria Ya se garantiza ser el nuevo Teruel Existe en el panorama nacional. Con este resultado –primera fuerza en la provincia, tres escaños y más del 40% de los votos– asegurarían uno de los dos diputados que reparte esta provincia en las próximas generales. La mala noticia para la izquierda es que lo lograrían a costa del PSOE, que se queda como tercera fuerza. El otro diputado, si esto fueran unas generales, sería para el PP.

 Casado ha fracasado en su estrategia. Pero eso no significa que la izquierda tenga mucho que celebrar. Entre PSOE y Unidas Podemos se dejan ocho procuradores en las cortes y casi cinco puntos. El PSOE pierde casi cinco puntos. En Unidas Podemos mantienen el 5%, que ya fue un mal resultado respecto a las autonómicas de 2015, pero se dejan la mitad de sus escaños: de dos a uno, en parte por carambolas de la ley electoral.

 El fracaso de la izquierda en un territorio que siempre le ha sido hostil es también consecuencia del desgaste del Gobierno de coalición en la España monolingüe –las Castillas, Madrid, Andalucía, Murcia…–, donde pagan el coste de la gobernabilidad. No hay políticas de izquierdas en el Parlamento nacional que no pasen por catalanes y vascos –como ha vuelto a quedar claro con la reforma laboral–. Pero pactar con ERC, Bildu o PNV supone un enorme desgaste para la izquierda en la España interior.

 No mejora el PP, aunque siga gobernando. No gana la izquierda, que pierde aún más pie. Tampoco el supuesto centro, Ciudadanos, que nunca actuó como si realmente se creyera esa posición. Al margen de Soria Ya, los grandes triunfadores de la noche están en la ultraderecha, en Vox. Que se convierte en la tercera fuerza política de la comunidad, como ya lo es en el Parlamento nacional.

 ¿El auge de la ultraderecha es un cambio de ciclo? Está por ver. En las últimas elecciones generales, Vox consiguió el 15,21% de los votos en toda España: un 16,8% en Castilla y León. En estas autonómicas han crecido algo menos de un punto: llegan al 17,63%. No se han disparado: sacan casi lo mismo que lograron dos años atrás. Pero hay un cambio importante: son decisivos para gobernar la comunidad.

 Las primeras palabras de Santiago Abascal no dejan lugar a dudas de cuál es ahora su intención: a su candidato “se le está poniendo cara de vicepresidente”. Es dudoso que acepten otra opción, que es una pésima noticia para toda España y para Castilla y León. Será la primera administración de importancia en España donde la ultraderecha gobernará.

 

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