Siempre fue un político de grandes ligas. Su discurso reflejaba su forma de pensar: veía al mar como un charco de agua y cataba al sol como una simple bola de fuego.
Vivía entre fastos, a pesar de que sus seguidores no eran pudientes, sino todo lo contrario, pocos de ellos tenían recursos para sobrevivir más de un mes si no generaban ingresos para su familia.
Finalmente, después de varias intentonas, Juan Pepocas llegó a gobernar.
La gente, que sabía de su magno talante y sus soluciones faraónicas para problemas menores, estaba feliz, porque ahora la nación tendría acceso a grandes obras y proyectos morrocotudos.
Después de su toma de protesta comenzó de inmediato a recibir a la gente pobre, a aquellos que lo habían apoyado para llegar hasta la cúspide del poder.
_Don Juan Pepocas, en nuestro pueblo necesitamos agua para regar nuestras parcelas.
De inmediato, el político de grandes ligas, ya investido con el ropaje gubernamental, contestó en un santiamén.
_Construiré la presa más grande que se haya visto jamás en toda la república, y los canales de riego serán revestidos de concreto hidráulico armado, algo realmente digno de un pueblo como el de ustedes, respondió.
Los habitantes de ese pueblo se fueron locos de contento porque al fin Juan Pepocas gobernaba y haría las cosas en grande.
_Los que siguen, gritó el ujier que manejaba la agenda de la primera audiencia pública del nuevo presidente.
_Don Juan Pepocas, somos pequeños empresarios del sureste del país. No tenemos apoyos financieros y necesitamos infraestructura turística, le pedimos apoyo.
_No sólo edificaré toda la infraestructura turística necesaria, sino que la expandiremos a los estados vecinos, para construir un gran corredor turístico que atraiga a millones de turistas de Europa y Asia.
_El que sigue! Gritó el mismo ujier, ahora con más entusiasmo debido al éxito de las dos audiencias anteriores.
_Don Juan Pepocas, le dijo el pequeño ganadero que estaba al borde de la ruina porque la sequía flagelaba su región. Le quiero pedir un pequeño favor...
_ ¿Qué qué? Respondió don Juan Pepocas, saliéndose de sus casillas. Más enojado que si hubiera perdido la elección.
_Le solicito a todos ustedes, a quienes han venido a verme en mi primera audiencia pública. A quienes tienen grandes problemas que les resolveré uno por uno, que echen de patitas a la calle a este tipo insolente, que viene a ¡solicitar un pequeño favor!
Este insolente debiera saber que a mí nadie me solicita un favor pequeño: ¡soy el nuevo presidente…!