11/May/2024
Editoriales

El caramelo, su historia

Hasta hace pocas décadas a todos los niños de Monterrey les encantaban los caramelos. Los primeros del siglo XX eran unos dulces hechos de azúcar fundida, con sabores de menta y después fueron agregándoles saborizantes de fresa, o de piña. El siguiente paso fue el caramelo en forma de paleta, con un palito de madera que se caracterizaba por ser un dulce duro, para lamer, so pena de dañarse los dientes de los chiquillos golosos que los masticaban. 

No había una fiesta infantil que le faltara una piñata llena de caramelos, que desataban gritos de alegría de la chiquillada. Pero la modernidad y las exitosas fábricas regiomontanas como La Imperial, fábrica de dulces y chocolates, hicieron que el caramelo pasara de moda con la aparición de dulces más sofisticados, del tipo de confiterías norteamericanas y europeas en base a chocolates, cacahuete, nuez, leche quemada, y saborizantes de frutas. 

Claro que hay dulces originarios de nuestro país y región, como los de calabaza, camote y otros frutos regionales, pero esos serán motivo de otro texto. 

El dulce caramelo tiene su historia que es milenaria, y basada en la medicina. Hay registros de médicos sumerios -la cultura sumeria es originaria de la antigua Mesopotamia- que recetaban una pastilla endulzada hecha de extracto de menta piperita y carbonato para aliviar la indigestión. Después, en Egipto del siglo I AdC. aparecieron las pastillas contra la tos, que vienen siendo los primeros caramelos duros de la historia. 

Hay documentos que describen el procedimiento que usaban los confiteros de Radamés II el Grande, hace unos 3 mil 300 años, para fabricar caramelos duros con sabor a frutas, hierbas y especias que curaban la tos, elaborados con miel, menta piperina, hierbas y especias. 

Recordemos que el azúcar no se conocía en el mundo mediterráneo antiguo, por lo que todo se endulzaba con miel. Los zumos y jugos vegetales sometidos a un proceso de secado fueron las primeras materias primas para hacer caramelos de higos, dátiles y nueces. 

Se les daba forma en unos moldes y después se coloreaban para que fueran atractivos para su consumo. 

Suena a curiosidad, pero en Grecia y Roma se consumían caramelos por ciertos enfermos, no por los niños. Los caramelos modernos aparecieron a mediados del siglo XIV en Venecia. Pero hasta el siglo XVI se vendían sólo en farmacias y eran muy caros. 

En ese tiempo se incorporó el azúcar ya como el ingrediente más importante del caramelo, pues se hervía el azúcar que se derramaba sobre unos moldes y al final se agregaban nueces o frutas. 

Ya solidificado, se cortaba en pedazos y se aromatizaba con limón, rosa y violeta. Fue hasta 1642 cuando se le bautizó con el nombre de caramelo, y vivió su mejor época en el siglo XIX. 

A mediados del siglo XX todo comercio al menudeo que se jactara de atractivo, debía tener al frente del mostrador un recipiente de vidrio lleno de caramelos llamativos, de todos los colores, rayados, de diversas formas y, desde luego, las paletas de caramelo.

Ahora como que quiere regresar un poco, tal vez sea moda pasajera, pero comienzan a verse pasteles con sabor a caramelo y desde luego, sus colores clásicos aparecen en las barras o postes giratorios de las barberías y peluquerías