Septiembre 19 de 1985: Sacude un dinámico terremoto a la Ciudad de México. Eran las 7 horas, 17 minutos y 47 segundos, cuando un sismo de 8.1 de magnitud en la escala de Richter y con duración de casi cuatro minutos, con epicentro en el océano pacífico cerca de Michoacán, afectó a la Gran Ciudad de México, destruyendo edificios de oficinas y viviendas, gran parte de la infraestructura y cegando la vida a miles de mexicanos. Las cifras de muertos son indeterminadas, podrían ser entre 4 mil hasta 20 mil. La tragedia de hace treinta y siete años fue enorme, suspendiéndose muchas comunicaciones de telefonía y de comunicación masiva. El gobierno del presidente De la Madrid fue rebasado, a pesar de que el Ejército implementó el Plan DNIII-E, a media mañana ya había miles de brigadas ciudadanas trabajando en el rescate de sobrevivientes entre los escombros de edificios caídos. El centro histórico y colonias céntricas como la Roma, y Juárez se convirtieron en escenarios dantescos con desgarradores gritos de personas que buscaban a sus familiares. Las dimensiones de la tragedia generaron fenómenos sociales de todo tipo: como nuevos liderazgos en los barrios colapsados, que trascendieron a la escena política meses después. Grandes conjuntos habitacionales como Nonoalco se derrumbaron, Hospitales como el Juárez con 700 enfermos internados se desplomó. Ese mismo día 19 por la noche arribó ayuda internacional de Cuba, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Nicaragua y Venezuela, entre otros países. Con el Plan DNIII había equipos de rescate, y de detección de zonas peligrosas que evitó más desgracias al desalojar edificios que horas después se desplomarían con el siguiente sismo. La coordinación de la custodia y protección de personas, así como de las propiedades públicas y privadas fue increíblemente buena. Los equipos de asistencia médica y hospitalización que coordinaron recepción y hospitalización de heridos, aplicaron excelentes medidas para el control de alimentos, medicamentos, bancos de sangre y equipo médico, comportándose con heroicidad. Surgieron de inmediato miles y miles de albergues públicos y privados con alimentación y artículos indispensables para los afectados. Equipos de servicios funerarios identificaban e inhumaban cadáveres llevando el control de pertenencias de los fallecidos hasta la devolución a sus deudos. El segundo sismo -la réplica del día 20- fue más difícil aún, pues la gente estaba histérica y se vieron escenas impresionantes y esa noche nadie durmió. Luego hubo de reconstruirse gran parte de la Ciudad, pero ya nada fue igual: la capital mexicana cambió su rostro y los capitalinos su forma de organizarse política y socialmente. Después se han presentado otros movimientos telúricos, pero -afortunadamente- ninguno como estos dos que describimos.
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