Editoriales

De Cronistas

 

Leer crónicas es un agasajo. El lector se entera de cosas que normalmente no aprecia porque su mente está buscando otro tipo de sucesos, mientras el cronista los ubica en un contexto histórico.

Desde luego que hay de cronistas a cronistas, algunos son muy técnicos y objetivos, mientras otros son más “rolleros”.

Sin embargo, en el fondo todos exponen su verdad en cada texto que escriben, y al mismo evento, se le encuentran diversos ángulos que no necesariamente son opuestos, sino que se ven y analizan desde diversos sitiales.

Hay cronistas que buscan la forma de llevar toda su narrativa a su especialidad, y tal actitud es entendible, pues de alguna manera todos los seres humanos tendemos a ser monotemáticos.

Nomás por dar un ejemplo, durante el proceso de la conquista de México, nos encontramos con tres tipos de crónicas muy diferentes, y que todas dibujan la verdad del escribano.

Porque había cronistas conquistadores, como fueron Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, que desde luego describen los encuentros y desencuentros de los europeos con los naturales como una epopeya militar.

También había cronistas religiosos, como por ejemplo fray Bernardino de Sahagún, fray Toribio Benavente, “Motolinía”; y fray Juan de Torquemada, por citar a los famosos, quienes veían la conquista como un proceso destinado a la catequización, así sea muy diverso su punto de vista entre unos y otros, pero estaba en el centro de su narrativa la religión.

Y había también cronistas indígenas, como Fernando de Alva Ixtlixóchitl, que escribía la conquista como un proceso degradante y alevoso en contra de los de su raza. 

Las crónicas actuales se confunden con las noticias periodísticas porque hablan de fenómenos cotidianos, pero al paso del tiempo, la crónica queda mientras la noticia es rebasada por otras notas de mayor atractivo al lector que busca los aspectos que le puedan servir, sin importarle su trascendencia histórica.