13/May/2024
Editoriales

Necesitamos una tormenta

Un cuento alemán habla de un Noble que tenía un castillo en la margen del río Rin, cerca de la ciudad de Koblenz.

A este señor se le ocurrió tender hilos entre dos torres cercanas que le daban señorío a su castillo. 

Su idea era que esos hilos fueran como cuerdas de un arpa eolia y que el viento se encargara de crear música libremente cuando pasara entre los hilos.

Sin embargo, por esa región rara vez soplaban vientos fuertes, y las suaves brisas no creaban música. 

Los habitantes del Castillo no comentaban nada, pues era un asunto del dueño, pero el Noble se sentía desilusionado.

Hasta que, de pronto, llegó una furiosa tormenta con vientos huracanados.

La gente estaba asustada por la fuerza del aironazo, pero el Noble la disfrutaba porque funcionó el arpa eolia; las melodías se escuchaban con todo y el ruido de la tormenta.

Así sucede en muchos aspectos de la vida, como las presas de agua que también necesitan de ciclones para llenarse del vital líquido.

Nosotros mismos, cuando llevamos un vida feliz y tranquila no generamos ruidos, hasta que llega una tormenta y nos asombramos de lo que somos capaces de hacer, es decir, sufrir el azote de algunas tormentas de vez en cuando no hace daño, al contrario, nos hace que nuestras reacciones sean como la música del arpa eólica.