Muchos podrán decir que la lluvia huele a tierra mojada o que cuando llueve de la tierra se desprende un típico olor a humedad. Tal vez las gotas de lluvia no huelan a nada pero lo cierto es que cuando llueve ser respira en el aire un aroma muy particular. Hoy me dio por recordar que hace algunos años alguien me preguntó precisamente eso, ¿a qué huele la lluvia?... en aquel tiempo, le dije que la lluvia huele a recuerdos, a nostalgia y a tranquilidad. Incluí en mi respuesta la calma, porque lo cierto es que la lluvia nos invita a estar en sosiego, por supuesto es cuando más nos apetece leer, ver alguna película, tomar una delicioso café o simplemente estar tranquilamente en casa, mientras deja de llover.
Y aunque hoy no llueve, no sé por qué razón vinieron a mi mente esos recuerdos y muchos otros más. Pareciera como si cayera una ligera llovizna en mi interior, de la que moja poquito pero desprende el mismo olor. Lo siento así, porque a pesar de que ha pasado mucho tiempo, los recuerdos son los mismos, están intactos, tan nítidos como si fuera ayer; sin embargo, son sólo eso, remembranzas de una maravillosa época que ahora sólo existe en mi memoria pero que de igual forma, regresa con sutileza para refrescar todo en mi interior.
Recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños y llovía, nos gustaba hacer barquitos de papel y dejarlos navegar en las rápidas corrientes de agua que fluían por la calle. Aquello era muy emocionante y divertido, sobre todo cuando además, aparecía en el cielo un bello arcoíris.
También recuerdo que una temporada de lluvias tuvimos una repentina e insospechada aparición de cientos o miles de sapos, de todos tamaños –grandes, medianos y chiquitos- que llegaron después del temporal. Croaban y saltaban por todos lados, se paseaban por las calles e incluso algunos entraban a la casa por donde podían para sorprenderte mientras caminabas. En aquel entonces me molestaba encontrarlos en mi habitación o en la cocina… lo que son las cosas, ahora me río al recordar ese singular episodio de mi vida.
Cuando los tiempos pasados regresan a nuestra mente, suelen presentarse de distintas maneras, hay algunos tan sutiles como el rocío de la mañana, otros parecieran simples lloviznas y por supuesto, nunca faltan los aguaceros, ni los chubascos o las tormentas eléctricas. Por desgracia, algunos otros, lejos de parecer tormenta, simulan más la caída de una desagradable lluvia ácida.
Sigue lloviendo en mi interior y no dejo de sentir el golpeteo de las gotas… como es de esperarse, continúan llegando un montón de recuerdos, por fortuna son sólo de buenos momentos. Es sorprendente como el ser humano tiene la capacidad de recuperación e incluso puede, por decisión, dejar en el olvido aquello que un día lo hizo llorar.
Hay lluvias que tienen el poder de sanar muchísimas heridas y dejar de nuevo, reluciente el corazón, listo para volver a dar amor, logrando con esto un especial brillo en la mirada que difícilmente se puede ocultar…
Después de este breve análisis, he llegado a la conclusión de que la lluvia, puede oler a muchas cosas más que sólo tierra mojada, para mí –en estos momentos-, la lluvia también huele a vida, a experiencia y a oportunidad.