09/May/2024
Editoriales

Las marcas prestigiadas comenzaron con el Delmonicos’s

Vivimos la época de las marcas. Cuando una marca consigue prestigiarse, los productos que la portan son apreciados sin necesidad de pasar por una prueba, pues el prestigio de la marca lo avala. 

Se dice que esto comenzó en Estados Unidos, y no es de dudarse, porque ese país ha impuesto muchas de sus costumbres al mundo moderno. 

Tal es el caso de la familia Delmonico migrante de Suiza, del Cantón del Tesino, donde se habla italiano, que pudo construir su marca a partir de un restaurante de buena calidad. En el año de 1837, John y Peter Delmonico inauguraron un primer restaurante en La Urbe de Hierro, es decir, en la Ciudad de Nueva York. 

Al ingresar a este negocio, el cliente era recibido por dos columnas de mármol supuestamente importadas de Pompeya, y de ahí en adelante todo era de lujo. La carta estaba en los idiomas inglés y francés, el mobiliario era europeo, y el restaurante tenía sus comedores en dos pisos públicos y otro exclusivo para reuniones privadas.

La carta o menú era realmente espectacular, con platillos novedosos y exquisitos. Su chef estrella se llamaba Charles Ranhofer, a quien se le atribuye la primera hamburguesa norteamericana, platillo considerado un lujo en ese momento. 

Introdujo en algunos platillos el exótico aguacate mexicano y las “patatas Sarah”, en honor a la actriz Sarah Bernhardt; la langosta “Duke Alexis” en honor al aristócrata ruso de ese nombre; la “ensalada a la Dumas” por el escritor Alexandre Dumas; la ternera a “La Dickens” en honor al novelista Charles Dickens; y otros platillos bautizados con los nombres de las grandes personalidades de moda. 

Esa costumbre invadió los centros de reunión, alimentos y bebidas en el mundo occidental. Y llegó a tanto la fama de este restaurante, que cuando George Mortimer Pullman (1831 – 1897) fundó la lujosísima línea de trenes que aún llevan su apellido, para enviar un mensaje de elegancia a su clientela, bautizó a sus vagones restaurantes con el nombre de Delmonico’s, acción que sirvió tanto a los trenes Pullman como al mismo restaurante para seguir prestigiándose. 

Esto desde luego tuvo con el tiempo que regularse pues se cometían abusos y fraudes bautizando negocios con el mismo nombre que el prestigiado original y nada tenían que ver con la calidad. En fin, lo interesante de esta historia es la justificación y necesidad de privilegiar la calidad que a la larga construye un nombre comercial y ese puede valer mucho, en algunos casos, más que el negocio mismo.

Hoy día, la industria de la piratería ha degradado algunas marcas famosas, pues el prestigio ganado a pulso, se derrumba cuando -paradójicamente- el producto pirata es de buena calidad, pero desde luego es inferior al original, pero muchas veces el consumidor no se da cuenta que se trata de una imitación, y al ver las rápidas distorsiones que sufre el producto, la marca se devalúa ante sus ojos.