Hace algunos meses fui invitado a un programa radiofónico en la Torre Obispado y disfruté mucho del panorama que se aprecia desde allá arriba. Nuestra Ciudad ya se habla de tú con las alturas. A principios de los años sesenta se inauguró el edificio Latino o Condominio del Norte fincado en la calle de Juan Ignacio Ramón, casi en el cauce del ‘Canalón’, desagüe de la Ciudad en que derivó el histórico Río Santa Lucía.
A quienes queríamos ser ingenieros nos emocionaba saber que medía más de cien metros de altura (una cuadra pa´rriba, decía el ingeniero Ché Manuel González) casi el doble del hotel Ambasssador de ‘sólo’ 58 metros, que entonces era una temeridad.
Sin embargo, esos calibres son ahora juego de niños, pues en nuestra Ciudad se yerguen varios rascacielos como la ‘Torre Obispado’ con más de 305 metros, y la ‘Torre KOI’ de 279 de altura. Además se contruye la ‘Torre Rise’, un monstruo de 475 metros de altura, magna obra que se terminará en el año de 2026, y será el edificio más alto de Latinoamérica.
Los rascacielos nacieron en Estados Unidos a raíz de una tragedia.
En octubre de 1871 hubo en la ciudad de Chicago un gran incendio que consumió 18 mil construcciones quedándose 100 mil habitantes sin un techo donde dormir, y desapareció la mayor parte de las oficinas públicas y privadas.
Si consideramos que la población era de 300 mil habitantes, el problema era enorme.
De inmediato se implementó un programa emergente de reconstrucción de la ciudad y al mes del incendio ya había 5 mil viviendas listas para habitarse, un récord increíble que conmovió a toda la nación.
Porque siempre hay gente ingeniosa; como el ingeniero Lebarón Jenney que edificó una torre de ¡Nueve pisos! De la Compañía Home Insurance, obra en la que inauguró
el uso de estructuras de acero en la construcción.
Este inteligente señor, a falta de tiempo para realizar un proyecto arquitectónico, se inspiró en las jaulas de pájaros para aprovechar al máximo los espacios.
Como era de esperarse, fue un éxito en ventas, porque entre otras ventajas, el acero es un material mucho menos inflamable que la madera utilizada como base de la construcción norteamericana.
Sin embargo, la ley de la oferta y demanda disparó los precios, por lo que todo el proceso de construcción se aceleró para igualar la demanda con la oferta.
Otro ingeniero civil llamado
Louis Henri Sullivan, egresado de la Escuela Científica Lawrence, y Arte y arquitectura en París, que vivió en carne propia el gran incendio de Chicago, anunció en 1896 el artículo periodístico “El templo romano” exponiendo su visión de ciudades con edificios altos, llamados ‘Rascacielos’.
Y de escribirlo pasó a la obra, erigiendo el edificio Wainwright, de San Luis; el Guaranty, de Búfalo; la Bolsa y los almacenes Carson Pirie Scott de Chicago.
Y esto fue solo el inicio, pues en 1913, se inauguró el edificio Woolworth, y la fiebre de rascacielos invadió Nueva York.
La Urbe de Hierro lideró al mundo de los rascacielos convirtiéndose en el ícono de la nueva urbanización de altura, pues las manchas urbanas no pueden crecer horizontalmente ad infinitum por el costo de arrastrar la infraestructura de servicios.
Pasó el tiempo y ahora en oriente medio y en los países orientales están los más altos rascacielos: El Burj Khalifa de Dubai mide 828 metros de altura; el Merdeka Tower de 678 metros de altura; el Pingan Finance, de Shenzhen, China, tiene 660 metros; el Tokyo Sky Tree, en Sumida, Japón, tiene 634 metros; y la Torre Central de Shangai (632 metros); e Pentominiun, de Dubai (616 metros); Las Torres de Abraj al – Bait, de Arabia Saudí (601 metros), la Torre de TV de Cantón, China (600 metros), etcétera.
Los ingenieros mexicanos están haciendo un estupendo equipo con los arquitectos, y así vemos que no solo en Monterrey, sino en la Ciudad de México, Guadalajara y en EDOMEX se están levantando todos los días nuevas edificaciones y muchas de ellas son rascacielos.
La operación de estos edificios es motivo de otro texto que pronto publicaré.