16/Apr/2024
Editoriales

Septiembre 19 de 1985: Sacude un terremoto a la Ciudad de México

Septiembre 19 de 1985: Sacude un terremoto a la Ciudad de México. A las 7 horas, 17 minutos y 47 segundos de ese dí­a jueves, un sismo de 8.1 de magnitud en la escala de Richter y con duración de casi cuatro minutos, con epicentro en el océano pací­fico cerca de Michoacán afectó a una de las ciudades más grandes del mundo, destruyendo edificios de oficinas y viviendas, a gran parte de la infraestructura y cegando la vida a miles de mexicanos que atrapados entre los escombros no han podido ser cuantificados aún.

Se habla de cifras que van desde 4 mil hasta 20 mil muertos. La tragedia de hace treinta y un años fue enorme, el mundo se estrujó con la noticia pues se suspendieron muchas comunicaciones de telefoní­a y varias empresas de comunicación masiva salieron del aire, entre otras la mayor: Televisa. El gobierno del presidente De la Madrid fue rebasado por la realidad, a pesar de que el Ejército implementó el Plan DNIII-E. A media mañana ya habí­a miles de brigadas ciudadanas trabajando en el rescate de sobrevivientes entre los escombros de los edificios caí­dos.

El centro histórico y colonias céntricas como la Roma, y Juárez se convirtieron en esos tres minutos en escenas dantescas con gritos de personas buscando a sus familiares y los liderazgos naturales que nacieron en los barrios colapsados para distribuir el trabajo de rescate trascendieron a la escena polí­tica meses después. Grandes conjuntos habitacionales como Nonoalco se derrumbaron, hospitales como el Juárez con 700 hospitalizados se desplomó.

Ese mismo dí­a 19 por la noche arribó ayuda internacional de Cuba, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Nicaragua y Venezuela, entre otros paí­ses que se hicieron presentes en forma por demás solidaria. El Plan DNIII contempló equipos de rescate, de detección y señalamiento de zonas peligrosas que evitó más desgracias al desalojar edificios que horas después se desplomarí­an con el siguiente sismo. De contraincendios coordinando la labor de los bomberos y las labores policí­acas fueron determinantes para que no hubiera actos de rapiña. Equipos de registro y evaluación de daños a las personas, y enlace para ayuda a damnificados. De todas las labores emergentes, la del equipo de búsqueda, y rescate de sobrevivientes fue la que más acaparó la atención en los siguientes 15 dí­as.

La coordinación de la custodia y protección de personas así­ como de las propiedades pública y privadas fue titánica. Los equipos de asistencia médica y hospitalización que coordinó recepción y hospitalización de heridos; aplicando medidas para el control de alimentos, medicamentos, bancos de sangre y equipo médico, tuvieron comportamientos heroicos.

Surgieron de inmediato miles y miles de albergues públicos y privados con alimentación y artí­culos indispensables para los afectados. Hubo un equipo de transporte para coordinar vehí­culos de personal, materiales, alimentos, ropa, medicamentos, escombro, etcétera. Equipos de servicios funerarios que identificaba e inhumaba cadáveres y que llevó el control de pertenencias de los fallecidos hasta su devolución a sus deudos.

Me tocó vivir el segundo sismo -la réplica del dí­a 20- pues fui a México para revisar los daños a las obras que entonces realizaba en esa ciudad y pude palpar el pánico de la gente (y el mí­o) cuando empezó a temblar la segunda vez. Viajé en el vuelo de las 7 horas del dí­a 20 por Mexicana de Aviación y desde el aire antes de aterrizar los pasajeros vimos miles de incendios en otros tantos edificios. Batallé para llegar al centro donde tení­a mi oficina –el teléfono de mi ayudante sí­ funcionaba y le pude avisar para que fuera por mí­ al aeropuerto-, y afortunadamente el edificio donde estaba ubicada, en la calle de Milán en la colonia Juárez, no se cayó y no habí­a más que el conserje y nada le ocurrió a él. Luego de recorrer la mayor parte de las obras a mi cargo, regresé y ya estaba en el aeropuerto buscando un espacio en uno de los vuelos de regreso a Monterrey cuando a eso de las 19:30 horas del dí­a 20, empezó a temblar muy fuerte.

Esta réplica del terremoto arrancó gritos, rezos, llanto y mucho miedo que sentimos todos los que estábamos en la terminal aérea. Un amigo nuevoleonés que estaba junto a mí­, pasado el sismo comentaba que él no sintió temor, pero yo pienso que no se le notaba porque estaba paralizado, conclusión que años después le dije y la aceptó. Lo que siguió fue igual de traumático pues hubo de reconstruirse gran parte de la ciudad pero ya nada fue igual. La capital mexicana cambió su rostro y los capitalinos su forma de organizarse polí­tica y socialmente. Nadie puede contra la fuerza de la naturaleza cuando se desata.