Septiembre 19 de 1985: Sacude un terremoto a la Ciudad de México. A las 7 horas, 17 minutos y 47 segundos de ese día jueves, un sismo de 8.1 de magnitud en la escala de Richter y con duración de casi cuatro minutos, con epicentro en el océano pacífico cerca de Michoacán afectó a una de las ciudades más grandes del mundo, destruyendo edificios de oficinas y viviendas, a gran parte de la infraestructura y cegando la vida a miles de mexicanos que atrapados entre los escombros no han podido ser cuantificados aún.
Se habla de cifras que van desde 4 mil hasta 20 mil muertos. La tragedia de hace treinta y un años fue enorme, el mundo se estrujó con la noticia pues se suspendieron muchas comunicaciones de telefonía y varias empresas de comunicación masiva salieron del aire, entre otras la mayor: Televisa. El gobierno del presidente De la Madrid fue rebasado por la realidad, a pesar de que el Ejército implementó el Plan DNIII-E. A media mañana ya había miles de brigadas ciudadanas trabajando en el rescate de sobrevivientes entre los escombros de los edificios caídos.
El centro histórico y colonias céntricas como la Roma, y Juárez se convirtieron en esos tres minutos en escenas dantescas con gritos de personas buscando a sus familiares y los liderazgos naturales que nacieron en los barrios colapsados para distribuir el trabajo de rescate trascendieron a la escena política meses después. Grandes conjuntos habitacionales como Nonoalco se derrumbaron, hospitales como el Juárez con 700 hospitalizados se desplomó.
Ese mismo día 19 por la noche arribó ayuda internacional de Cuba, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Nicaragua y Venezuela, entre otros países que se hicieron presentes en forma por demás solidaria. El Plan DNIII contempló equipos de rescate, de detección y señalamiento de zonas peligrosas que evitó más desgracias al desalojar edificios que horas después se desplomarían con el siguiente sismo. De contraincendios coordinando la labor de los bomberos y las labores policíacas fueron determinantes para que no hubiera actos de rapiña. Equipos de registro y evaluación de daños a las personas, y enlace para ayuda a damnificados. De todas las labores emergentes, la del equipo de búsqueda, y rescate de sobrevivientes fue la que más acaparó la atención en los siguientes 15 días.
La coordinación de la custodia y protección de personas así como de las propiedades pública y privadas fue titánica. Los equipos de asistencia médica y hospitalización que coordinó recepción y hospitalización de heridos; aplicando medidas para el control de alimentos, medicamentos, bancos de sangre y equipo médico, tuvieron comportamientos heroicos.
Surgieron de inmediato miles y miles de albergues públicos y privados con alimentación y artículos indispensables para los afectados. Hubo un equipo de transporte para coordinar vehículos de personal, materiales, alimentos, ropa, medicamentos, escombro, etcétera. Equipos de servicios funerarios que identificaba e inhumaba cadáveres y que llevó el control de pertenencias de los fallecidos hasta su devolución a sus deudos.
Me tocó vivir el segundo sismo -la réplica del día 20- pues fui a México para revisar los daños a las obras que entonces realizaba en esa ciudad y pude palpar el pánico de la gente (y el mío) cuando empezó a temblar la segunda vez. Viajé en el vuelo de las 7 horas del día 20 por Mexicana de Aviación y desde el aire antes de aterrizar los pasajeros vimos miles de incendios en otros tantos edificios. Batallé para llegar al centro donde tenía mi oficina –el teléfono de mi ayudante sí funcionaba y le pude avisar para que fuera por mí al aeropuerto-, y afortunadamente el edificio donde estaba ubicada, en la calle de Milán en la colonia Juárez, no se cayó y no había más que el conserje y nada le ocurrió a él. Luego de recorrer la mayor parte de las obras a mi cargo, regresé y ya estaba en el aeropuerto buscando un espacio en uno de los vuelos de regreso a Monterrey cuando a eso de las 19:30 horas del día 20, empezó a temblar muy fuerte.
Esta réplica del terremoto arrancó gritos, rezos, llanto y mucho miedo que sentimos todos los que estábamos en la terminal aérea. Un amigo nuevoleonés que estaba junto a mí, pasado el sismo comentaba que él no sintió temor, pero yo pienso que no se le notaba porque estaba paralizado, conclusión que años después le dije y la aceptó. Lo que siguió fue igual de traumático pues hubo de reconstruirse gran parte de la ciudad pero ya nada fue igual. La capital mexicana cambió su rostro y los capitalinos su forma de organizarse política y socialmente. Nadie puede contra la fuerza de la naturaleza cuando se desata.