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Llama Rogelio Cabrera a vivir en verdadero ejercicio de unidad

Mensaje a la Comunidad

Una de las enseñanzas más significativas que Cristo nos pide vivir es el amor misericordioso, ya que en algunas ocasiones nos convertimos en jueces implacables, olvidándonos del ejemplo que nuestro Padre celestial nos ha manifestado al perdonar nuestros pecados, entregando a su Hijo Jesucristo, para darnos vida nueva.

 En nuestros días, y ante tantos acontecimientos que ensombrecen la tranquilidad y la seguridad que anhelamos en la sociedad, principalmente por los casos en los que muchas familias viven la angustia y la desesperación por la desaparición de alguno de sus seres queridos, teniendo algunos de ellos un triste desenlace, lo que hace el momento todavía más doloroso y difícil de superar, es importante que no olvidemos que si bien hablamos en este domingo de vivir la misericordia, no debemos pensar que ésta se vive de manera lejana a la justicia.

 En la Biblia, dice el Papa Francisco, se nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. Parecerí¬an dos realidades que se contraponen. Pero no es así¬, porque la misericordia de Dios es lo que hace que se cumpla la verdadera justicia. La justicia humana solamente limita el mal, no lo vence, no lo hace desaparecer. La justicia divina, en cambio, supera el mal contraponiéndolo al bien (Cfr. Papa Francisco, Audiencia general 3 de febrero de 2016, Vaticano).

 Como Pastor de esta Iglesia, me uno al sufrimiento de los padres y madres, de los hermanos, hermanas, abuelos y de todos los miembros de las familias que transitan el difícil camino del dolor y la desesperación, pidiendo que se haga realidad el anhelo de justicia ante la desaparición o muerte de sus seres queridos. Me refiero de modo especial a Debanhi y María Fernando, a quienes tenemos presentes siempre en nuestro corazón y en nuestra oración.

 No podemos seguir así, es necesario que las autoridades, las instituciones y todos los que integramos esta sociedad, hagamos un verdadero ejercicio de unidad en la responsabilidad que tenemos de procurar el bien común de todos los habitantes, particularmente de los más vulnerables.

 Dispongámonos a realizar acciones concretas, particularmente en materia de seguridad, lo que devolverá a la sociedad la confianza perdida. Los discursos dan información y tal vez algo de consuelo, pero el llanto y la impotencia que vive la sociedad no permitirá que esas palabras se escuchen, es necesario dar respuestas claras y objetivas. No es posible que pensemos que se puede tranquilizar a una familia sumida en el dolor con una información a medias, sin auténticos fundamentos.

 Invito a toda la comunidad a que, independientemente del credo que profesen, nos unamos en la oración y en la acción. Busquemos un mayor acercamiento entre los miembros de la familia, escuchémonos, procuremos estar al pendiente los unos de los otros, como vecinos, compañeros de escuela o de trabajo. Cuando tengamos que salir de casa, compartamos por medio de las redes sociales de la familia el lugar en donde podamos ser localizados. Ninguna acción que procure el cuidado debe ser desechada.

 Estamos viviendo un tiempo en el que, por gracia de Dios, abundan los recursos que nos permiten comunicarnos con facilidad y prontitud, aprovechémoslos para bien, para cuidarnos unos a otros.

 Por otra parte, sabemos las complicaciones que se derivan de situaciones como las que estamos viviendo, por lo que no se debe dejar pasar más tiempo. A nuestras autoridades, siempre con respeto, les pedimos procurar una mejor capacitación y profesionalización de quienes están a cargo de la seguridad y de dar una respuesta ante este tipo de acciones. A las familias, les pido también con respeto, procurar una mayor integración y comunicación con sus hijas e hijas. A las instituciones, desde luego también a las iglesias, a la nuestra a la Católica, saber acompañar y orientar. A todos nos corresponde estar al pendiente de todos.

 Finalmente, deseo comunicarles que durante esta próxima semana, los Obispos de México nos reuniremos con laicos y laicas, miembros de la Vida Consagrada y Sacerdotes del País para celebrar el 1er. Encuentro Eclesial de México, dentro de la 112 Asamblea Plenaria de la CEM.

 Como se los compartí en su momento, en el mes de noviembre pasado, convocados por el Papa Francisco y el CELAM, celebramos la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe donde recibimos como fruto 41 desafíos pastorales, de los cuales se destacan 12 como emergentes.

 Asímismo, también ha iniciado la fase diocesana del Sínodo sobre la Sinodalidad. Aquí en Monterrey ya hemos sostenido algunos encuentros que han sido muy enriquecedores.

 El Primer Encuentro Eclesial de México, es fruto de esta experiencia de caminar juntos, pues desde el inicio nos planteamos ir abriendo el círculo de diálogo y reflexión que inició en la CEM y así ir caminando de la colegialidad a la sinodalidad, viviendo la comunión eclesial.

 Les invito a que oren para que este acontecimiento eclesial sea vivido y reflexionado en la paz que solo proviene del Señor.

A todas nuestras familias de la Arquidiócesis de Monterrey, y de México, les deseamos siempre que gocen de la paz de Cristo

 

Mons. Rogelio Cabrera López

Arzobispo de Monterrey