Septiembre 24 de 1846: se rinde el defensor de Monterrey, general Pedro de Ampudia ante el jefe del ejército invasor, general norteamericano Zachary Taylor. En su mensaje inicial, Ampudia solicitaba un armisticio, por sentirse copado en el último reducto de la defensa, que era la Catedral de Monterrey. Buscaba que Taylor aceptara darle (a Ampudia y sus soldados) una salida con cierta dignidad, es decir, que se les permitiera retirarse de la plaza llevándose sus armas y en medio de un trato respetuoso. Se reunieron Ampudia y el Gral. Worth sin llegar a un acuerdo, pues el estadounidense quería una rendición sin condiciones, y Ampudia una capitulación honrosa. Como no llegaron a nada, Ampudia buscó hablar directamente con Taylor y finalmente lo consiguió, reuniéndose en una casa ubicada por la calle de Morelos (Del Comercio), y Zachary condescendió conformando una comisión para determinar las condiciones en las que se rendía Ampudia. Por México fueron a discutir las formas de la rendición el ex alcalde y ex gobernador Manuel María de Llano, liberal que no apreciaba nada a Santa Anna pero aceptó por tratarse de un asunto delicado para el estado y el país. Los otros dos eran militares: el general Tomás Requena y el general José María Ortega. Por parte de Taylor fueron el general William Worth, el general James P. Henderson, y el coronel Jefferson Davis. Discutieron durante el día y hasta las 10 de la noche se redactó La Capitulación de Monterrey. Se suspenderían las acciones bélicas por ocho semanas para darle oportunidad a las tropas mexicanas a retirarse de Monterrey con sus armas y banderas, a cambio de que Estados Unidos se quedara con la Ciudad de Monterrey, desde donde gobernaría a todo el Estado. El día 25 fue para organizar la salida de los soldados mexicanos y el 26 partieron con el respeto de los marines norteamericanos, mientras que muchas familias regiomontanas –llorando de impotencia- abandonaron sus casas para emigrar a otros lares, porque desde el mismo día 25 de septiembre, Zachary Taylor tomaba posesión de Nuevo León. Así iniciaba el gobierno de militares norteamericanos que hicieron cera y pabilo de las normas urbanas que regían la vida del Estado y la Ciudad. El recuento de daños no está muy claro, pero las versiones más creíbles dicen que hubo casi medio millar de bajas en ambos ejércitos. Nuevo León fue gobernado por militares norteamericanos hasta el año de 1848.
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