24/Apr/2024
Editoriales

Bendita electricidad

Ayer vi afuera del restaurante Los Ahijados de Gral. Bravo seis ‘despachadoras de electricidad’ o puntos de carga eléctrica para automóviles Tesla, aunque no lo sé de cierto -como diría Jaime Sabines- si los autos de otras marcas también puedan recargar sus baterías allí. 

Estas instalaciones eléctricas se encuentran a mediados de camino entre Monterrey y Reynosa, siendo similares a las que ya abundan en Monterrey, y nos dan idea del futuro inmediato.

Las grandes marcas automovilísticas están fabricando modelos con motores eléctricos que, nomás de ver la limpieza de sus estaciones de recarga, cuando desaparezcan los de energía fósil, el nuestro será un mundo menos contaminado.

Desde luego que la electricidad no fue inventada por Benjamín Franklin, como dijera un conocido locutor en la televisión, pues se trata de un fenómeno natural que el hombre ha aprovechado para su beneficio.

El estadounidense Franklin sólo la descubrió y lo que inventó es la forma de generarla, teniendo como punto de comparación la ‘Botella de Leiden’ del alemán Edwald Georg von Kleist y el neerlandés Pieter van Musschenbroek, científico de la Universidad de Leiden. 

Mucho antes, desde el año 600 adC., el griego Tales de Mileto observó que, al frotar el ámbar con una piel de animal o algún paño, se podía atraer objetos livianos. 

Después se utilizaba el ámbar para quitar las hojas o hierba seca pegada a la ropa, y de aquel ámbar (en griego elektron) tenemos el término Electricidad. 

Entonces no se podía explicar el fenómeno, pero se usaban las descargas eléctricas generadas por algunos animales como el pez eléctrico del Nilo y el pez raya para “atontar” a las piezas de caza marina. 

Plinio escribió que los peces eléctricos se utilizaban con fines medicinales para aliviar el dolor de cabeza y hasta la gota. 

Escribonio Largo, famoso médico del siglo I que servía al emperador Claudio recetaba para eliminar el dolor de cabeza (migraña) un torpedo negro (raya) vivo colocado en el lugar donde estaba el dolor hasta que cesara. 

También usaba la electricidad animal para curar la gota, metiendo los pies en aguas poco profundas entre torpedos negros hasta que el pie se adormeciera. También recomendaba este tratamiento de descargas eléctricas de animales para la artritis y hasta la epilepsia. 

Actualmente se utilizan los impulsos eléctricos para estimular el nervio trigémino, que controla la sensibilidad del rostro y del cerebro, para atacar las horribles migrañas. 

En nuestra niñez, en las Ferias siempre andaba un señor con una ‘Caja de toques’ vendiendo ‘emociones’  y era una de las cientos de formas que en aquellos tiempos había para ‘medir nuestra hombría’, pues el que soportaba más voltaje y más tiempo era más hombre, según nuestra supina ignorancia infantil.   

Pero ciertamente hay diversos usos médicos y hasta de defensa personal, aunque todos tienen menor impacto que la aplicación masiva de la electricidad en cientos de millones de viviendas y ante la nueva transformación del transporte que será eléctrico. 

Bendita sea la electricidad que nos da un servicio inigualable.