Nacional

El héroe disputado Zapata, ¿a quién le pertenece?

[En días anteriores, y aun hasta este preciso viernes, se ha generado una intensa polémica —incluso con momentos de violencia física— en torno a la pintura La Revolución, del artista chiapaneco Fabián Chairez. Dicha obra muestra a Emiliano Zapata a caballo, desnudo, con cuerpo de mujer y usando tacones, cuadro (uno de los más de las diez docenas que conforman la exposición Zapata después de Zapata exhibida en el Palacio de Bellas Artes) que ha visibilizado un estado de descomposición social respecto a la apreciación y comprensión del arte…]

Las respuestas no se han hecho esperar. Uno de los nietos del Caudillo del Sur ha dicho que tal pintura “denigra” a su abuelo. Algunas organizaciones que se reivindican campesinas han irrumpido en el Palacio de Bellas Artes con intenciones de quemar tal pieza. Asimismo, integrantes de la comunidad LGBT convocaron a una movilización en apoyo al arte del autor de dicha obra, manifestación que sucederá dentro de unas cuantas horas en la explanada del recinto ubicado en la Ciudad de México.

Tras las diferentes reacciones ya referidas e incluso sin obviar las posturas que en el resto de la sociedad mexicana ha causado la pintura integrante de la exposición Zapata después de Zapata, exhibida en el Museo del Palacio de Bellas Artes (cuyo cierre ocurrirá hasta febrero de 2020), esta sección Cultural pretende reflexionar —sin el vértigo y la inmediatez de las polémicas propias de las redes sociales— y formular las siguientes preguntas: ¿cuáles son los procesos de producción de los mitos nacionales, específicamente en este caso de los héroes de la Revolución Mexicana? Además, con respecto al líder principal del Ejército Libertador del Sur, nos referimos a Emiliano Zapata, ¿a quién le pertenece su legado, su imagen misma y la capacidad para ser reivindicado dentro de una agenda de lucha social en nuestra actualidad...?

Más allá de los gritos, golpes, amenazas, declaraciones, mensajes en redes sociales y demás reacciones acaloradas, a favor o en contra de La Revolución, realizada por Fabián Chairez (Chiapas, 1987), pretendemos hacer una pausa, aprovechar la grieta hecha por esta coyuntura y colar por ahí reflexión y análisis, pensar, siempre pensar sobre cómo y por qué ocurren ciertos procesos culturales y sociales en México y el mundo.

Para ello hemos consultado tanto al artista de la obra denostada como al propio curador de la exposición: Luis Vargas Santiago; además del historiador y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor Enrique Rajchenberg; de la doctora en estudios latinoamericanos, feminista y docente Gabriela González Ortuño; así como a la especialista en literatura comparada y doctora por la New York University, Adriana González Mateos.

Buscamos en varios momentos al bisnieto de Emiliano Zapata, el historiador Édgar Castro Zapata, pero nunca atendió a las llamadas telefónicas ni a las peticiones de entrevista vía mensajería instantánea. Para ser plurales y equitativos en cuanto a la exposición de ideas en este reportaje, reproduciremos la declaración hecha a los medios de comunicación por parte de Jorge Zapata, el cual dentro de dicha familia es quien más ha expuesto su posición contraria a la pintura mencionada.

¿Cómo se producen los héroes nacionales?

Los acontecimientos políticos y sociales ocurren. En la Historia de una sociedad se dan cita revueltas, rebeliones y a veces hasta revoluciones. Un grupo se resiste en dejar el poder y otro intenta transformar el orden instituido. Ocurren cambios, a veces radicales; y en otras ocasiones, algo cambia pero para que todo siga igual. En esos procesos se producen los mitos nacionales, es en esos momentos cuando las naciones producen a sus héroes, a quienes serán recordados año tras año, quienes tendrán una estatua en alguna plaza pública, quienes sus nombres serán ahora nombres de alguna calle o avenida; algunos aparecerán dentro de los billetes circulantes en la vida económica de un país: son héroes y la narrativa de la nación obliga a que sean evocados constantemente, a diario, de ello depende parte de la identidad del Nosotros. 

Benedict Anderson, autor del libro Comunidades imaginadas / Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo (1983), en ese ensayo expone que la nación es un proceso imaginario; es decir, ningún habitante de cualquier país conoce al resto de los millones de pobladores de su nación… pero algo provoca que se sienta ligado a ellos, que defienda la misma bandera, celebre los mismos días festivos, reivindique la misma gastronomía, música y manera de ser y hacer. Anderson propone que todo eso es producido con la intención de generar procesos identitarios hegemónicos.

Para tal operación, el sociólogo sostiene que son el mapa, el periódico del día y el museo las piezas que fabrican un sentido identitario nacional: el mapa, al mirarlo, nos delimita en dónde vivimos y quiénes están por fuera de nuestro territorio; el periódico nos presenta una sensación de contemporaneidad, nos experimentamos dentro del mismo tiempo histórico junto al resto de compatriotas al mirar la fecha del diario y compartir los sucesos cotidianos ocurridos en nuestro país; finalmente, el museo condensa nuestra historia. Pensemos en la división espacial, por ejemplo, de las salas del Museo Nacional de Antropología e Historia, espacio en donde se nos indica cuál es nuestra identidad, nuestro proceso histórico y nuestro devenir.

Si seguimos la senda reflexiva planteada por Anderson, hablaríamos de que la producción de héroes nacionales también responde a una intención por generar identidad nacional. En ese sentido, ¿por qué nuestra historia predominantemente está hecha de héroes en clave masculina mientras las mujeres aparecen en planos secundarios?

Al respecto, Gabriela González Ortuño, profesora de la UNAM, manifiesta lo siguiente: 

—Los héroes de la Revolución Mexicana se han construido de manera masculinista, incluso podríamos decir que machista, pues han sido elaborados a partir de estereotipos de lo que debe ser un hombre fuerte. Las figuras de tal etapa histórica se trasladaron al imaginario popular como aquel personaje valiente, fuerte, incapaz de mostrar debilidad, lo que les habría permitido dirigir ejércitos y llevarlos a la victoria; esto, a su vez, estableció la idea del macho mexicano que fue plasmado en aparatos culturales como el cine de la época de oro. 

“Los héroes nacionales son parte fundante de una idea de nación en la que se dejan plasmadas las ideas de que el deber ser corresponde a varones heterosexuales con las características ya mencionadas. Esto, si seguimos la idea de Ochy Curiel, quien lo estudió para el caso de Colombia, construye una idea fundante de una nación heterosexual en la que no hay cabida para la diferencia y lo femenino o feminizado es menospreciado”.

La bravía hombría

¿Puede existir entonces una Historia masculina en detrimento de una Historia en donde el papel de las mujeres es borrado, negado y silenciado? Hagamos un ejercicio de memoria: ¿a cuántos personajes protagónicos de la Independencia o de la Revolución podemos mencionar? De esa lista, ¿cuántos son hombres y cuántas son mujeres? ¿Realmente la historia de México ha sido construida prácticamente por hombres exclusivamente?

Mientras se daba la batalla en contra de los colonizadores europeos o al lucharse por Tierra y Libertad, ¿las mujeres en dónde estaban? ¿Los procesos de lucha son gestados y vividos por hombres o  son quienes escriben la Historia y, como todo autor de un escrito, deciden privilegiar ciertos sucesos y personajes, en detrimento de otros? Veamos qué opina al respecto el curador de la exposición Zapata después de Zapata:

—El tema heroico es algo que se da en México como en todas las naciones y tiene que ver de fondo con un planteamiento: la cabeza o el líder de un pueblo, antes de los regímenes monárquicos era el representante de Dios y cuando pasamos a las repúblicas, esa investidura o potestad que el monarca tenía se trasladó a otras figuras políticas, que fueron los héroes, los próceres, los padres de la patria. 

“Y en ese relato hay una construcción de género problemática, porque siempre es el héroe masculino como agente activo; mientras que lo femenino es la madre patria, la tierra, la nación... una idea de mujer pasiva, sólo activada gracias a los grandes próceres. En el caso de la Revolución de 1910, al ser fotografiada, es la primera con imágenes que recorren el mundo, y después viene el Cine de Oro que cimentará ese tipo de masculinidades vinculadas al charro; pero es muy interesante cómo esas imágenes que pasan a la posteridad son aquellas de la bravía hombría...”

Galimatías histórico

Pareciera entonces que la Historia de una nación es muy similar a una novela en donde, según quién la escriba, hallaremos así sucesos remarcados, otros olvidados; personajes realzados por sobre el resto y seres humanos casi borrados, acallados, mostrados a veces a manera de sombras fantasmales. Jean Paul Sartre, el filósofo francés existencialista, acuñó una frase potente: “Somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. En el caso de nuestra historia mexicana, ¿qué hemos hecho con aquello que nos han dicho que somos? Incluso... ¿sabemos si nuestra historia ocurrió tal como nos la han relatado? 

La investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Adriana González Mateos, expresa lo siguiente al respecto de la construcción histórica de nuestra nación y, particularmente, de ciertos personajes heroicos:

—Existen imágenes muy definidas de cada uno, y no sólo de quienes intervinieron en la revolución. Han sido convertidos en personajes de un drama que aprendemos en la niñez y se reitera en cada “fecha patria”: Hidalgo es el Padre de la Patria, Cuauhtémoc el “joven abuelo” heroico, etcétera. Evidentemente, hay una mayoría masculina abrumadora (“los héroes que nos dieron Patria”), a la que se cuela doña Josefa Ortiz de Domínguez en un ameno papel secundario, pero el papel de traidora y villana recayó durante muchas décadas en La Malinche, a quien en los últimos años se empezó a estudiar con gran seriedad para comprender mejor su excepcional actuación. Ahora empiezan a difundirse ideas e imágenes distintas sobre ella. Este ejemplo sirve para ver cómo los personajes de nuestra historia ocupan sus lugares en libretos ya fijados de antemano, una especie de novela familiar colectiva: La Malinche ha sido entendida como la Eva pecadora por culpa de la cual perdimos el Paraíso.

“La historia que se transmite a través de los monumentos, películas, series televisivas, murales, etcétera, nos narra una epopeya hecha por hombres, de quienes se asume una conducta machista que no se cuestiona: Pancho Villa, con sus dos viejas a la orilla… En cambio, la participación de las mujeres en la historia es borrada rutinariamente. Piensa en la historia consagrada en los monumentos de Reforma: Hidalgo triunfa en la Columna de la Independencia, rodeado de figuras alegóricas (y hasta podríamos notar que la Victoria Alada, a pesar de su evidente feminidad, ha sido llamada El Ángel); caminas entre las estatuas de los luchadores e intelectuales de la Reforma; tienes a Cristóbal Colón y a Cuauhtémoc, con una pequeña desviación puedes encontrar los nombres de los caudillos de la Revolución en ese monumento... así llegas al Hemiciclo a Juárez.  

“En la avenida no hay nada que conmemore a las soldaderas, por ejemplo. Los héroes de la Revolución son recordados como participantes en una guerra, de manera que sus imágenes consagradas los muestran armados, en actitudes de combate, rodeados de grupos masculinos, como en la fotografía de Villa y Zapata en la silla presidencial: son imágenes de un machismo que hemos aceptado y normalizado, iconos de la dominación masculina que padecemos”. 

Francisco Villa en la silla presidencial con Emiliano Zapata a un costado.

Los vencedores de los procesos históricos escriben una narrativa a modo de sus intereses. Es así que pueden producir un relato en donde acomoden a su gusto a personajes incluso adversos a sus idearios. Nuestra historia nacional pareciera entonces estar hecha de retazos, sucesos privilegiados por sobre otros, personajes maquillados para que sus rasgos (de personalidad, carácter, modos de ser y hacer) más incómodos a la identidad nacional sean escondidos debajo del tapete. Enrique Rajchenberg, doctor en economía e historia por la UNAM,  sostiene que estamos ante un auténtico galimatías histórico en la manera desde la cual se nos enseña nuestro pasado como sociedad: 

—Los gobiernos post-revolucionarios, constituidos por los vencedores del movimiento iniciado en 1910, realizaron una sutura con efectos simbólicos de idearios que en el ámbito político y económico eran irreconocibles. Al designar a los dirigentes de esos proyectos con el denominador común de revolucionarios se los igualaba y, de esta manera, pasaban a ser todos héroes porque en la misma medida habrían contribuido al derrumbe del régimen porfiriano y a la construcción del nuevo orden social. Se lograba así reducir proyectos y luchas radicales a, por ejemplo, el reparto agrario. El zapatismo que fue un movimiento que concebía una forma de poder popular y no sólo una demanda de distribución menos desigual de la tierra, parecía entonces haber alcanzado sus objetivos con la reforma agraria.

“La continuación de su lucha sería entonces innecesaria. Carranza, quien mandó arrasar con fuego los pueblos zapatistas del estado de Morelos, podía figurar como héroe revolucionario al mismo nivel que el Caudillo del Sur. Desde el punto de vista del aprendizaje de la historia y de la configuración de la memoria social, se genera un galimatías histórico y una simplificación burda del pasado”.

Una Revolución sin mujeres

Y en esa simplificación burda del pasado se ha instaurado la noción de que los grandes cambios en la Historia de este país no han pasado por las manos de las mujeres, es decir a México pareciera que lo parió un hombre.  

Ante esta visión masculina de la Historia mexicana, ya vamos viendo por qué seguramente ha causado tanta incomodidad la vinculación de la figura de Emiliano Zapata con lo femenino a través de la pintura de Fabián Chairez. Pero antes de llegar a tal punto, acabemos por redondear las reflexiones de nuestros entrevistados especialistas en estos temas. Si en 2019 molesta tanto la idea de un Zapata feminizado, ¿no tendrá que ver acaso con la ausencia de lo femenino en el propio proceso revolucionario? ¿Quién quiere ser vinculado con lo femenino si históricamente en este país eso es sinónimo de pasividad, inmovilidad, falta de arrojo y valentía? Por ejemplo, es similar al tema del racismo experimentado por los pueblos originarios... ¿quién quiere ser aparejado con el mundo indígena si son considerados los grandes perdedores tras la Conquista? El doctor Rajchenberg emite una declaración frontal ante tal escenario:

—Las mujeres han sido admitidas en la historia de la Revolución en calidad de personajes secundarios cumpliendo el mismo papel que en tiempos de paz, es decir cocinando y amasando tortillas para los soldados. En otras palabras, su contribución a la Revolución no transgrede los espacios reservados a ellas en una sociedad patriarcal en que lo público es territorio exclusivamente masculino, mientras el espacio doméstico es femenino e infantil. 

“Para paliar levemente la historia masculinizada de la Revolución, se hace referencia ocasionalmente a la participación excepcional de algunas mujeres como Carmen Serdan. Justamente, al ser excepcional no altera la convicción de que las revoluciones la hacen básicamente los varones. Es de subrayarse, sin embargo, que las mujeres fueron excluidas de dos de los momentos más significativos del proceso: de la Soberana Convención Revolucionaria y del Congreso Constituyente de 1916-17. La historiografía de la Revolución tiene una asignatura pendiente, el de una relectura desde una perspectiva de género de este capítulo histórico del siglo XX, donde quede narrada por supuesto cómo las mujeres se enfrentaron al rechazo por los hombres de su voluntad de integrarse a los debates políticos y a las acciones militares, pero también de su participación, múltiples veces o invisibilizada, más allá del comal”.

Un Zapata feminizado

Una vez realizado todo este viaje histórico desde las reflexiones de los entrevistados, podemos preguntarnos y quizás respondernos... ¿por qué en pleno año 2019 causa tanta incomodidad La Revolución, de Fabián Chairez?

"La Revolución" de Fabián Chairez

La exposición Zapata después de Zapata, exhibida en su centenario mortuorio, contiene muchas otras pinturas que retoman la figura del Caudillo del Sur, incluso alguna en donde su rostro es colocado al cuerpo del ratón “Speedy Gonzáles”, esa caricatura realizada por la empresa estadounidense Warner Brothers. Pero tal imagen no generó ninguna molestia, solamente ocurrió esto con la pintura que feminiza al héroe revolucionario. 

¿Cuál habrá sido la intención del artista para producir dicha imagen? En entrevista con Notimex, el oriundo de Chiapas responde: 

—Principalmente, visibilizar otras realidades. Estamos muy acostumbrados a representar la imagen del héroe más cercano a la masculinidad hegemónica. Realmente hacen falta referentes positivos de otras masculinidades.

Según los especialistas que han colaborado con Notimex para reflexionar acerca de nuestra Historia nacional, existe una narrativa patriarcal en donde los mitos nacionales están vinculados a la virilidad, valentía y a la fortaleza física.  

¿Por qué incomodó tanto dicha exhibición de Zapata como portador de un cuerpo de mujer?

El pintor envuelto en el debate, afirma:

—Vivimos en una sociedad completamente machista y misógina. Es una tristeza que a diario haya delitos de odio, manifestaciones de odio en contra de las minorías sociales y específicamente en contra de las mujeres. Es una temática que se está trabajando, hay mucha gente tratando de hacer algo al respecto. Existe una realidad que aún hace mucha falta trabajar: la homofobia, el machismo y la misoginia. Eso está bastante dentro de nuestra cultura. Cuando se presentan nuevas propuestas hay muchas personas que no están abiertas a recibirlas. 

Por su parte, el curador de la exposición, ¿qué puede decirnos acerca del objetivo de tal exhibición que ha generado tantas reacciones en la sociedad mexicana? 

—El 100 aniversario luctuoso y 140 de su nacimiento eran la ocasión perfecta para revisar qué ha pasado con el legado zapatista en el terreno de lo visual, pero no sólo desde un lugar celebratorio sino desde la crítica. Viendo cómo a partir de que Zapata es asesinado en 1919, su imagen va cambiando y se modifica y es reclamada por muchos movimientos sociales, artistas, escritores. Y ahí descubrimos que hay un Zapata siempre siendo el mismo, porque peleó por los derechos de las libertades campesinas, pero es muy versátil: la pregunta de la exposición es qué ha pasado con la vida pero de su imagen, y cómo es una suerte de imágenes que han acompañado al pueblo de México en sus constantes invenciones y reinvenciones, y donde Emiliano Zapata ocupa lugares a veces incómodos: por ejemplo, a pesar de ser un símbolo nacional también es un símbolo incómodo para el poder, como aquel momento de 1994 cuando surge el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y echa por tierra toda una retórica del salinato basada en la figura agraria de Zapata.

“Zapata es una figura indomable. En algún libro que estoy escribiendo le llamo el ‘Zapata incontenible’: quieres contenerlo pero escapa, escapa a los registros de la conmemoración política, porque está en los movimientos sociales, en los afectos de las comunidades de los pueblos... por eso es algo tan fascinante y queríamos traer ese recorrido visual por 110 años de manifestaciones visuales de los artistas más conocidos de México, desde Diego Rivera, Siqueiros, Orozco, María Izquierdo, hasta representantes de arte contemporáneo como Mariana Botero, Rubén Ortiz Torres, Alberto Gironella, Julio Galán...”

Exposición Zapata después de Zapata

Una Adelita zapatista

¿El propio curador Vargas esperaba tal reacción ante la exhibición de dichas expresionex artísticas? Tajantemente, responde: 

—No, nunca. Durante 2019 en México no esperaba que sucediera esto. Cuando fue el escándalo con Rolando de la Rosa, en 1988, hubo una crítica muy fuerte a su Virgen de Guadalupe (Virgen Marilyn, en la cual la figura religiosa aparecía con cuerpo de la actriz de apellido Monroe); ello causó que el director de aquel entonces (mi colega del Instituto de Investigaciones Estéticas, Jorge Alberto Manrique) renunciara al Museo de Arte Moderno; de hecho, De la Rosa había exhibido en el MUNAE una litografía en donde aparece una Adelita con rostro de Zapata: ahí hay un travestismo deliberado; pero como es un museo más pequeño no causó toda esta conmoción. Traes a la disidencia sexual a Bellas Artes y pones a temblar a los machos mexicanos.

Otras miradas de la Historia

El pasado de una nación es entonces un terreno de disputa; no se halla escrito ni acabado de una vez y para siempre: la Historia de un país habla mucho del proyecto de futuro deseado por distintos sectores sociales. En ese sentido, ¿podríamos pensar en otra Historia relatada desde otras coordenadas distintas a las hegemónicas? El curador de Zapata después de Zapata reflexiona:

—La aportación de la exposición se da en dos sentidos: uno, visibilizar cómo si la historia se cuenta desde una perspectiva de género se cuenta de otra manera. El segundo aspecto es la devoción que Zapata genera; digan lo que digan los historiadores anticlericales, el zapatismo no se puede explicar sin todo el tejido social de los pueblos y las organizaciones campesinas del sur de México, que estaban basadas por temas de religiosidad, de organización de los pueblos a partir de mayordomías, fiestas patronales...eso habilitó rápido una organización que después fue tomando forma de ejército. 

“Y por eso la Virgen de Guadalupe es el estandarte de algunos batallones zapatistas, y eso es algo que borró la historia: lo borró porque no puede ser un símbolo de lo nacional a pesar de que todos los mexicanos la veneran; pero en el zapatismo sí, y esa contradicción no existe, de hecho habilita que esa devoción de Zapata después de Zapata esté a caballo entre una devoción política y una devoción católica y popular”.

¿Héroes y heroínas gay?

Por su parte, el también profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, Enrique Rajchenberg, arroja algunas preguntas vitales para seguir alimentando este debate: 

—Si Zapata hubiera sido homosexual, ¿sería menos heroico? ¿Puede haber héroes y heroínas gays? Una sociedad homofóbica no puede reconocer la combinación de atributos heroicos y la diversidad sexual. En parte, la reacción adversa al cartel que enseña un Zapata feminizado radica en esta contradicción. Más aun, el hecho de que tanto Zapata como Villa hubieran tenido varias mujeres y fueran muy enamorados parece agregar elementos de heroicidad a ambos personajes porque además de valientes eran muy machos. 

“La reprobación social del cartel que ganó fama en estos días tiene que ver sobre todo con otra problemática. La heroizacion de un individuo es una suerte de beatificación laica y los santos, como es sabido, son intocables. La legítima reivindicación de la figura de Zapata y de lo que simboliza está encarnada en ciertas imágenes cuya alteración no es admitida. En ese sentido, el cartel de marras implica una desacralización, un atentado a una convicción profunda en la sociedad mexicana y anclada poderosamente en su memoria. Por lo demás, un general del Ejército Libertador del Sur era reconocidamente homosexual, lo que le valió más de una estigmatización a pesar de sus convicciones y práctica política revolucionarias. Se trata de Manuel Palafox".

¿En la Historia nacional caben otras masculinidades?

Siguiendo esta línea final que el doctor Rajchenberg desliza acerca de otras orientaciones sexuales diferentes a lo heterosexual dentro de algunos integrantes del Ejército Libertador del Sur, la doctora Adriana González Mateos profundiza en dicho tema, rasposo —sin duda— dentro de nuestra Historia nacional:

—La historia oficial de la que hablamos se alterna con otras versiones de los hechos y de los personajes. Zapata, en especial, es una figura que ha llamado la atención de muchos artistas, incluso fue representado por Marlon Brando, y hay un gran número de representaciones pictóricas que recurren a su imagen, que es precisamente el motivo de la exposición de la que hablamos en Bellas Artes. Es recordado como un hombre guapo, muy sexual, rodeado de un aura que exalta su compromiso con la lucha popular y su muerte trágica. Así que esta masculinidad heroica se convierte en algo muy atractivo. 

“Existe una tradición muy viva que habla de las relaciones eróticas de Zapata con hombres: se dice que tuvo una relación con Ignacio de la Torre, el yerno de Porfirio Díaz, para quien Zapata trabajó como caballerango. Se dice que De la Torre fue uno de los participantes en el famoso baile de los 41, que marca la historia de la persecución contra los homosexuales y nos legó esas caricaturas del baile dibujadas por Posada. Así que existe esta leyenda de la relación entre Zapata y De la Torre y una ambivalencia respecto a este caudillo, de quien se recuerdan conductas homofóbicas, pero también relaciones con otros hombres. No sorprende, entonces, que esta imagen pintada por Fabián Chairez sea también un mural en un conocido bar gay del centro de la Ciudad de México”.

La Revolución Mexicana vista así como meramente patriarcal, viril, machista y sinónimo de una sola masculinidad, pareciera no ser del todo precisa, según la egresada de la New York University: 

—Creo que la idea oficial de la revolución se hace cada vez más insostenible: hubo una participación masiva de mujeres en los campos de batalla y también mujeres que desempeñaron papeles destacados, como Hermila Galindo o Elena Arizmendi. Hubo personas como el coronel transgénero Amelio Robles. Y hubo caudillos como Zapata, cuya sexualidad no se limitaba a cumplir con la norma heterosexual. Así que la revuelta contra el machismo que caracteriza el momento actual puede apoyarse en un pasado mucho más rico que el que nos proporciona la versión oficial. 

Entonces, ¿en nuestra Historia nacional están incluidas todas las voces que conforman a este país? ¿La obra de Chairez es más que simple y llana provocación? ¿Permite pensar en otras narrativas no visibles ante el relato único y hegemónico? Leamos lo que comparte con nosotros la doctora González Ortuño: 

—La obra de Chairez lleva varios años haciendo ruido, por decirlo de alguna manera. Él sigue, me parece, el camino de Julio Galán quien también usó como motivos lo que se considera lo mexicano, lo macho, el charro para reconstruirlo a través de una mirada sexodisidente, lo que a muchas personas puede causarles malestar porque choca directamente con la educación tradicional, porque reta la concepción de héroe nacional.

“En ese sentido, Chairez ha llevado al extremo dicho reto al utilizar la figura icónica de Zapata. Desde mi punto de vista causa tanto escándalo porque lo femenino y lo feminizado es considerado lo opuesto al héroe, se trata de lo delicado, de lo sensible y esto causa molestia en una sociedad machista. Se trata pues, de una muestra de odio, una mezcla de misoginia y homofobia. Vale decir que estas provocaciones me parecen necesarias para cuestionar si la historia oficial nos es suficiente para identificar a la sociedad actual o se debe dar luz sobre las historias no contadas o poco conocidas hasta ahora”.

¿Qué diría Zapata?

Queda, pues, claro que Emiliano Zapata y su imagen rebasan a aquel hombre fotografiado al apenas rozar la silla presidencial, o incluso no basta para caracterizarlo aquella fotografía en donde luce una pose seria y gallarda, a las afueras del Hotel Moctezuma en Morelos. ¿Por qué Zapata ha sido retomado por una serie de movimientos sociales, dotándole de sentidos y rasgos muy disímiles para con la hegemónica versión que tenemos del Caudillo del Sur? 

Vargas Santiago comparte su análisis acerca de este asunto: 

—Tiene mucha potencia y a veces polaridades hacia distintos lugares: el Zapata de los movimientos sociales es un Zapata que lo usan como bandera de lucha, y de ciertos legados históricos a veces hasta de manera acrítica o no contextualizada. En el movimiento #Yosoy132 había una pancarta que me llamó mucho la atención: "Se necesita más sangre tipo Zapata para todos los mexicanos...", como si de verdad hubiera esta pureza racial que él nos simboliza e identifica a todos los mexicanos que somos parte de este relato del mestizaje nacionalista, que no es más que que sólo una invención; pero ahí aparece como bien dices, encarnando otras estéticas más contemporáneas y subversivas.  

“En Los Ángeles y en algunas paredes de la Ciudad de México, había un esténcil que apareció casi simultáneamente al de la APPO, era un Zapata en tutú y decía "Queer nation"; es decir la "Nación queer", y esas también son otras reivindicaciones: Zapata es un símbolo de muchas construcciones que guardan relación con México, con el nacionalismo, con el tipo de masculinidad o el machismo mexicano, con las causas campesinas y sociales, es un símbolo polivalente: la exposición lo que hace es tratarlo como un envase que nunca cambia pero lo que cambia es el contenido, el cual puede ser el movimiento estudiantil de 1968, el movimiento chicano, la guerrilla de Lucio Cabañas o las reivindicaciones desde el género”.

Acuerdo con el desacuerdo

El Museo del Palacio de Bellas Artes se había caracterizado por ser un tanto conservador en sus propuestas incluso a nivel de difusión de exposiciones; la actual coyuntura de debate acerca de la obra de Chairez refleja una grieta, cierta apertura hacia expresiones artísticas producidas desde otras coordenadas. Para el curador de la exposición, esto representa una lucha contra la censura:  

—El INBAL y la Secretaría de Cultura federal siguen muy firmes: si caes en la provocación de censurar algo y coartar la libertad artística y de expresión, nos quedamos sin democracia. Se vuelve la imposición de una opinión sobre las otras y eso es vivir en una dictadura, en un régimen totalitario, no creo que lo permitan. Han sido muy solidarias, he tenido la mejor de las experiencias trabajando con ellos, agradezco mucho que estén firmes. Ojalá que quienes ahora se oponen, accedan a tener un diálogo pacífico (no violento como el que tuvieron el pasado martes, en donde uno de mis estudiantes fue golpeado) y se haga desde entender que Zapata no sólo les pertenece a ellos, que puede estar actividado desde otros lugares, y que el México que necesitamos es un México que dialoga y no uno que habla con violencia y censura.

Por su parte, Chairez al ser cuestionado por Notimex acerca de cuál sería la postura política de Zapata si mirara La Revolución, afirma: 

—Si fuera una persona que viviera en nuestra realidad, que viviera nuestras problemáticas y viera las injusticias que se cometen hoy en día, creo que realmente no tendría inconveniente. 

En contraparte, un nieto de Emiliano Zapata, nos referimos a Jorge Zapata, quien ha dado declaraciones a medios de comunicación, a inicios de semana expresó: “Vamos a demandar tanto al pintor como a la encargada de Bellas Artes por exponer la figura de nuestro general de esa forma. Estamos armando la demanda. Para nosotros, como familia, es denigrar la figura de nuestro general pintándolo de gay, no tengo nada contra los gay, tengo muchos amigos, no sé por qué en Bellas Artes, un lugar tan importante para todos, fueron a exponer la figura de nuestro general en esa forma y no lo vamos a permitir”. 

Al momento de publicar este reportaje, tanto las autoridades de la Secretaría de Cultura federal como del propio Museo del Palacio de Bellas Artes se reunieron con varios familiares del líder revolucionario, llegando al acuerdo de que la pintura seguirá siendo parte de la exposición, pero se le agregará una placa con cierta leyenda en donde la familia Zapata expresa su desacuerdo con tal expresión artística. 

La actual coyuntura desatada por la pintura de Chairez ha generado incluso un debate en torno de la función social del arte: ¿éste debe ser transgresor o políticamente correcto? ¿Toda obra de gran calidad debe incomodar o la técnica y la calidad artística no se vinculan necesariamente con lo provocadora que una obra puede ser?

En palabras del pintor chiapaneco, el arte debe reunir las siguientes características:

—Puede tener muchas funciones, pero en este contexto específico su función es generar un diálogo, habilitar el disenso, el arte es algo que conglomera distintas visiones. A partir de eso tendría que convocarse a una conversación y un debate que ojalá sea productivo, si no será sólo un debate que refleje la polarización en la cual vivimos. Si eso lo está produciendo un arte, me parece que entonces tiene vigencia para su momento. 

No hay un solo Zapata

De una manera o de otra, tanto la pintura en particular como la exposición en general han provocado que durante los días más recientes revisemos cierta parte de nuestra historia nacional, generando con esto que héroes como Emiliano Zapata no habiten solamente un gris pasado, apropiado por algunos grupos, sino que la actual coyuntura desatada por La Revolución permite que Zapata sea repensado a la luz del presente, siendo reactivados sus rasgos más virtuosos y detestados para quienes pretenden mantener los procesos de opresión e injusticias a los cuales él —junto con un ejército y, dicho sea de paso afirmarlo, también al lado de mujeres que participaron en la Revolución mexicana— se enfrentó. ¿A quién entonces le pertenece la imagen y el legado de Emiliano Zapata? Dejemos que el curador de esta polémica exposición responda desde su particular visión: 

—La figura de Zapata está muy activa: aquel lema que reza “¡Zapata vive, la lucha sigue...!” es muy cierto… pero tendríamos que decir: “¡Zapata vive, las luchas siguen...!”, porque no hay una sola lucha y no hay un solo Zapata, y eso es algo que la exposición deja en claro. La pregunta es: ¿a quién le pertenece Zapata? ¿Le pertenece al gobierno? ¿le pertenece a la familia y a los descendientes del Caudillo del Sur? Creo que no, le pertenece a todos los mexicanos y mexicanas, a quienes han cruzado las fronteras... y de eso se trata esta exposición.