Cuando en 1895 el físico alemán Wilhelm Conrad Roentgen (1845-1923) descubrió los rayos X, de inmediato aparecieron los oportunistas: un comerciante inglés anunció telas a prueba de los rayos X para mujeres recatadas. Otro anunciaba binoculares de teatro con rayos X incorporados para ver más allá de la ropa.

Hubo tal escándalo que la ley estatal de Nueva jersey prohibió la posible aplicación de los rayos X a los binoculares de teatro. Y un profesor universitario neoyorquino quiso utilizar rayos X para penetrar en las cabezas de sus estudiantes más obtusos a proyectarles inteligencia en sus cerebros. Desde luego que como siempre, todos estos fraudes quedaron impunes.