18/Oct/2024
Editoriales

Música del corazón

Tengo una hija que es un verdadero torbellino, para ella no existen las medias tintas, las cosas o son perfectas o no sirven, no puedo decir que odia o ama porque a los 11 años no existen esos extremos, lo que es cierto es que Arantza vive al extremo y es de esa manera que no entiende la idea de encontrar por allí personas viviendo en la calle, seres por los que nadie parece preocuparse, niños que tengan que hacer piruetas en los semáforos para que se les entregue una moneda o adultos mayores olvidados por aquellos por quienes alguna vez dieron todo.

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando ve eso, si resulta que además su papá no se detiene a “dar una ayuda” a quien está en dicha situación entonces de plano se prende troya, se enoja, dice que no nos interesa la gente que no tiene nada, etc., etc.

Me gusta esa manera de pensar y sentir de mi hija, de pronto es un poco agobiante porque me duele verla sufrir, no es fácil para mi entender esa tristeza extrema que se refleja en su rostro, sus palabras y su actuar; aún así me agrada que tenga sentimientos tan nobles para con los demás, que sea tan humana, que le preocupe su prójimo y no solo eso, porque algo que hemos aprendido juntas es que de nada vale la intención si no le ponemos acción.

El caso es que quiero contarles que para este año y por decisión propia, ella dejará de lado los regalos para compartir con los que menos tiene, ya nos pidió a su papá y a mi que la acompañemos a entregar comida a aquellos que no tendrán una cena en estas fechas, a quienes soportarán en las calles el frío que cala hasta los huesos, se que no le agradará la idea de que ande contando lo que quiere hacer, sin embargo me dejó tan impactada que siento la necesidad de hacerlo.

Arantza es una niña diferente, a ella le gusta rezar, cantarle a Dios, los abrazos de tres, ayudar a los demás y compartir lo que tiene; también tiene un temperamento de la fregada que hace que a veces explote por la nada y se ponga poquito menos que histérica, aún así creo que esa parte en ella que implica nobleza sobrepasa cualquier berrinche (si es que se pueden llamar así), cuando has tocado el piso sabes que de allí no se pasa, ella entiende lo que es el hambre, el abandono y la tristeza de no importarle a nadie, también sabe que cuando alguien te ama lo hace desde lo más profundo de su ser.

Esta semana apenas tuvimos oportunidad de ver la película COCO, yo sabía que el efecto de la misma en ella sería muy fuerte aunque la verdad me quede corta, estas fechas le remueven muchas cosas, muchos sentimientos, mucho pasado y ese día las lágrimas fueron el modo de salida de tanto de eso que ella trae dentro, se que cuando canta las “canciones de Dios” como ella dice, lo hace buscando respuestas que a su edad no siempre parecen llegar. La música la envuelve, le gusta mucho, escucha a Mozart y Vivaldi entre otros, se que esas notas le dan paz y no duda en compartirlas con quien tiene enfrente.

Sabemos que viene un camino complicado, el de la adolescencia, no soy experta en niños, mucho menos en aquellos en etapa de transición, sin embargo estoy segura que todo se puede lograr cuando la familia permanece unida por un vínculo de amor y aquí hay para dar y repartir.

Hoy tenemos un compromiso tremendo con nuestra hija, acompañarla en su andar hacia el destino de ser mejor persona, atravesar con ella los caminos que sean necesarios para apoyarla y crecer con ella, entender que la mente de un niño debe servirnos para recordar quienes alguna vez fuimos.

No es fácil este rollo de ser papás, mucho menos de una adolescente que no vimos nacer y que no creció con nosotros, aún así agradecemos tremendamente la experiencia y la oportunidad de ir a su lado, de reír con ella, de llorar cuando lo hace y de aprender diariamente que no hay mejor amor que aquel que implica compasión, entrega, desprendimiento y esperanza.

Los Campos Quijano (Alfonso, Arantza y Ada) les deseamos la mejor de las navidades, que el amor renazca en su corazón, permanezca durante toda la vida y se vuelva una constante en su andar.

 

Gracias por leerme!