05/Oct/2024
Editoriales

Todos tenemos nuestras Musas

En alguna ocasión escuché a Don Francisco Cerda decir en tono alto que ya era tarde y no llegaban las Musas para terminar la edición del periódico El Porvenir en el que, además de dirigirlo, escribía editoriales. Los más caros compositores musicales hablan de que mientras no los abandonen sus Musas seguirán componiendo canciones de calidad. La palabra Musa proviene del latín musa que, a su vez, viene del griego moúsa. Se utiliza para denominar a la persona real o ficticia que provoca en el escritor, poeta o artista en general, un estado de inspiración tal que desarrolla su trabajo al nivel de excelencia. De las Musas vienen muchas palabras, como museo, mosaico -antes era musaico, con influjo de mosaikós, que a su vez viene del griego musikél-. Hesíodo afirmaba en el siglo VII adC en su “Teogonía” que, dentro de la mitología griega, las hijas de Zeus y Mnemosine -diosa de la memoria- eran las Musas que habitaban en el Parnaso o en el Helicón. Las veneraban en toda Grecia por lo que les consagraron las fuentes Castalia -en el Parnaso-, y Aganipe e Hipocrene -en el Helicón-. Las Musas eran patrocinadoras de las artes y las ciencias, además de que inspiraban a los poetas, filósofos y músicos. Se decía que eran nueve las Musas. Calíope -Musa de la poesía heroica y épica-, Clío -historia-, Euterpe -música y poesía lírica-, Melpómene -tragedias-, Terpsícore -danza-, Erato -elegía y poesía erótica-, Polimnia -himnos, poesía sagrada y oratoria-, Urania -astronomía-, y Talía -comedia-. Todo lo relacionado con las Musas es bonito; acaso me pregunto por qué le llaman musaraña al animal feo y pequeño, que puede ser insectívoro o insecto.