Noviembre 19 de 1993: Aprueba el Congreso norteamericano el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado el 17 de diciembre de 1992 y que entraría en vigor el 1 de enero de 1994. El presidente Carlos Salinas de Gortari había cabildeado desde el sexenio de Miguel de la Madrid en las diversas instancias e instituciones de Estados Unidos, sensibilizándolas para que México se incluyera en el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Canadá, firmado el 4 de octubre de 1988. En paralelo, los países europeos de la Comunidad Económica Europea suscribieron un acuerdo que va más allá de lo comercial, llamado Unión Europea, mismo que entró en vigor el 1 de noviembre de 1993, trece meses antes que el TLC. Este tratado que involucra a México, ahora mencionado como TLCAN, tuvo grandes oposiciones entre los sectores productivos norteamericanos, pues había el temor de que la mano de obra barata mexicana permitiera reconvertir a nuestra planta industrial en una competencia desventajosa para ellos que pagan mejores salarios. En México también hubo oposición pues era claro que muchos productos mexicanos no competirían frente a frente con los norteamericanos en los anaqueles comerciales, destacado entre ellos, los agroindustriales pues en Estados Unidos los agricultores compran la energía mucho más barata y reciben subsidios importantes del gobierno, mientras en México esos elementos son ínfimos. El TLCAN se ideó con el sistema de eliminación de las barreras arancelarias entre los tres países, y fomentar la inversión y promover condiciones de competencia leal, protegiendo los derechos de propiedad intelectual de los tres entes firmantes. Son en el documento, 22 capítulos agrupados en ocho secciones, que se discutieron en el seno del Congreso norteamericano. La votación fue muy cerrada y se ganó con apenas 14 votos de diferencia, así que México consideró un éxito esta apuesta magistral que significaba un posible futuro de crecimiento económico para nuestra nación. Asociarnos con los vecinos del norte, cuando menos a mí siempre me pareció algo irrealizable pues tenemos tantas diferencias no sólo de lenguaje sino de cultura en general, y en ella se involucran las formas de trabajar, producir, gastar y planear nuestro crecimiento.
Quienes suscribieron en 1992 este tratado son, por Canadá, su primer ministro Brian Mulroney; por Estados Unidos, su presidente George Bush y por México el presidente Carlos Salinas de Gortari. En 1993 firmaron los titulares de las áreas económicas de los tres países, y sus respectivos poderes legislativos votaron favorablemente este histórico documento. Hoy se especula de nuevo con una posible cancelación debido a la postura inflexible del presidente Donaldo Trump, quien dice que México se ha enriquecido a costa de Estados Unidos, pues se ha traído muchos empleos que deben ser de EU. Además está utilizando la renovación del TLCAN como arma de presión para exigir a México la solución de problemas graves como la migración continental, la ‘limpieza’ de los carteles de la droga, y otras solicitudes muy incómodas para nuestro país, y muy pronto estas especulaciones serán presiones reales. Y ya no tenemos a nuestro paisano Ildefonso Guajardo en la SE para capotear las embestidas del señor presidente norteamericano.